Mi amigo Pedro es un sufridor profesional. Si no padece no parece estar contento, cuando en realidad, el problema suele ser el contrario: tanto sufrimiento acaba haciéndolo profundamente infeliz. Y no se trata de un juicio gratuito. Para nada. El cariño que le profeso hace inviable la crítica. Sencillamente es preocupación. Además, si le preguntas, rápidamente admitirá que le gusta sufrir, que no sabe muy bien cómo, pero lo cierto es que generalmente acaba preocupándose innecesariamente por cualquier aspecto, sea éste relevante o no. Sigue leyendo