Sentimos que algo es bello cuando nos produce placer. A mayor placer, más bello nos parece y, consecuentemente, más nos atrae y deseamos acercarnos. Todos compartimos etiquetas a la hora de nombrar las emociones. Cuando hablamos con los demás de nuestros miedos, de nuestro disgusto, de nuestra alegría, nos suelen entender. Nos solemos entender al producirse cierta empatía. Otra cosa es poder asegurar si lo que los demás sienten y que, casi al unísono, denominamos miedo, asco o alegría, es lo mismo en todos los casos. Las emociones son altamente subjetivas. Y no me refiero a que no todos sentimos miedo o alegría por las mismas cosas, que también. A lo que voy es que, en el fondo, las emociones son tan personales como la realidad, o viceversa. “Tanto monta, monta tanto”. Cada uno de nosotros las creamos, las sentimos a nuestro modo, aunque, en algunas ocasiones podamos coincidir desde un mismo punto de vista personal, emocional y, por supuesto, temporal.