Archivo de la etiqueta: felicidad

La Rueda de la Fortuna

Si buscamos el significado de la rueda de la fortuna según la filosofía antigua, ésta simboliza lo caprichoso que puede ser el destino. Lo que hoy está arriba, mañana está abajo y viceversa. En realidad, la rueda de la fortuna no es más que la incertidumbre que nos acompaña a lo largo de la vida. Nos empeñamos en creer, en autoconvencernos de que las cosas son de una determinada manera y que seguirán siéndolo más o menos así. Que no cambiarán.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Relatos desde los dos lados del cerebro

Nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios. Simétricos, pero no idénticos, y mucho menos en cuanto a las funciones que realizan. Sabemos que esta lateralización se debe a la necesidad de que cada hemisferio deba ser especialista en unas determinadas funciones y no en otras, y también, que esto viene supeditado, entre otras cuestiones, a si somos diestros o zurdos (aunque no esto no siempre sea así, ya que se estima que solamente un 10% de la población es zurda, y de estos solamente el 70% tiene cambiada la lateralización, funcionando estos, por tanto, como si fuesen diestros).

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

Cantar y cantar

Una investigación de Teppo Särkämö profesor de la Universidad de Helsinki ha demostrado aquello que, si tienes una edad o te gusta el cine español de los años 50 del siglo pasado (donde las personas que padecían de tartamudez lograban expresarse con cierta normalidad si en vez de hablar, cantaban), ya se sabía, es decir: cantar mejora el procesamiento del habla. En concreto que cantar mejora las funciones cerebrales en casos de afasia producidos por los distintos trastornos relacionados con el envejecimiento.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

Aceptación

La emoción de la aceptación es para mí algo así como el Santo Grial: siempre que la encuentro, instantáneamente, todo vuele a recuperar la homeostasis perdida. El problema es que no resulta fácil conseguirlo. No siempre sabemos asumir que las cosas son como son y no como deseamos que sean. Y es aquí donde los distintos tipos de frustración consiguen hacernos perder el equilibrio y que las cosas comiencen a complicarse.
Sabemos que no existe una única realidad. En consecuencia, esa que pensamos que es, que hemos hecho nuestra, en realidad no es una más de entre el infinito abanico de posibilidades (tantas como personas existen). La realidad en el fondo es una mentira. No existe una realidad tal. Existen tan solo nuestras vivencias, las cuales necesitamos como estamos de darles sentido, acabamos por conformarlas en significado y, en consecuencia, las convertimos en realidad.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Simplicidad = Felicidad

La búsqueda de la felicidad es algo así como la de aquellos antiguos conquistadores que ansiaban el Dorado, o aquellos otros que buscaban el arca de la alianza o el Santo Grial. O quizás todos ellos a la vez. Porque la felicidad no es más que una quimera todavía más difícil de lograr. Seguramente porque nos hemos empeñado en que nuestras vidas deben ser felices en su totalidad, lo cual directamente nos ha llevado a ser incapaces de soportar el más mínimo inconveniente que lo dificulte. A la que algo se tuerce… Así hemos obviado que, en realidad, resulta totalmente imposible estar siempre en “estado de felicidad”. Sería como permanecer estancados en un eterno limbo, por lo que, al final, más que un sentimiento placentero, acabaríamos por sentir uno más cercano al de la claustrofobia (o eso me parece a mí).

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Felicidad o Bienestar

En anteriores entradas hemos hablado sobre la imposibilidad de ser feliz de forma constante. De hecho, dejamos de ser felices en el mismo preciso instante en que deseamos serlo. Es pensar en la felicidad, que ésta se difumina, se evapora, desapareciendo mientras deja en su lugar posos de nostalgia y malestar. Buscar la felicidad no es más que un inmenso error. Lo adecuado es buscar el bienestar.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

El Miedo

Somos nuestros miedos. Nada más. Nada menos. Desde el mismo instante en que nacemos nuestros miedos nos acompañan. Construir unos u otros depende de nosotros, pero sin que, al mismo tiempo, podamos hacer gran cosa para realmente cambiarlos. Sin sentido con sentido. Sabemos a qué tenemos miedo. Sabemos por qué sentimos miedo. Pero, a pesar de todo, pocas veces somos capaces de gestionarlo cuando éste es de verdad, cuando su solo atisbo de presencia provoca que todo cambie y que acabemos girando, exclusivamente, a su alrededor.

El miedo es la vida misma. Todo es susceptible de provocarnos miedo. La diferencia únicamente está en que hay miedos a los que nos hemos acostumbrado, miedos que, de tanto repetirse, afortunadamente han dejado de surtir su desagradable efecto. Miedos transformados en aprendizaje que permiten que únicamente nos rocen, casi sin tocarnos. Miedos de los que resulta imposible escapar y miedos con los que no queda otra que convivir. Porque nosotros, los humanos, a diferencia de lo que sucede con el resto de animales, nos construimos alrededor de nuestros miedos. Nos envolvemos con ellos. Y mientras que en el caso de los animales el miedo únicamente consiste en un mecanismo de defensa, una alerta que les permite (en ocasiones) disponer de un tiempo mínimo suficiente para reaccionar, en los seres humanos el miedo, además, viene dictado por ese otro yo que desde el segundo uno de conciencia nos acompaña para únicamente abandonarnos en el último instante, el mismo que antecede al sueño eterno que conlleva toda muerte. Es el precio que nos toca pagar por poder imaginar, porque toda suma contiene en su interior una resta y viceversa.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Cronometrados

Cada vez tengo más claro que todo este embrollo en el que nos encontramos empezó el día en que alguien acuñó la fatídica frase de “el tiempo es oro”. Fue a partir de ese momento en que la vida empezó a acelerarse, al principio lentamente, pero según iban proliferando los relojes (hoy día en forma de móvil) que los amaneceres, las flores y los atardeceres perdieron parte de su maravilloso color, los alimentos su sabor y la empatía empezó a diluirse entre la gente. Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX cuando la cosa empezó a tomar el cariz oscuro que hoy día nos “ilumina”. El motivo: la invención del tren y la necesidad de hacer concordar los distintos horarios de paso con independencia del país. Hasta ese momento, ya no cada nación, sino cada localidad, por pequeña que ésta fuese, se regía a partir del horario que marcaba la torre del reloj local, la cual era establecida en función del sol de mediodía, pero, como dicho mediodía era distinto para cada lugar, resultaba arduo y difícil poder saber la hora en la que estabas si te desplazabas a otro lugar. Por poner un ejemplo, hasta 1990 (momento en que se estableció el huso horario y a partir del cual se inició la tiranía de la hora común que hoy tanto nos esclaviza y asfixia), cuando en Barcelona eran las 12 del mediodía, en Madrid todavía eran las 11:30, y lo mismo ocurría en el resto de localidades que separaba a ambas.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

La clave de la felicidad

Actualmente, si preguntas, todo el mundo parece querer lo mismo: ser feliz. Poco importa si realmente sabemos que es la felicidad. Sencillamente la queremos. Nos han inculcado la necesidad de ser felices y estamos convencidos que merecemos serlo, que es nuestro derecho, pero, a la vez, olvidamos, como casi siempre, que tras un derecho siempre hay un deber. El problema es que son muy pocos a quienes les “gustan” (aceptan, sería más apropiado decir) sus deberes y, quizás por ello, también sea este el motivo por el cual son tan pocos los que logran ser verdaderamente felices (sea lo que sea eso de la felicidad).

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

Fracaso

Cada vez más nuestro medio social y cultural nos empuja en pos del éxito. Estamos obligados a triunfar. Lo contrario implica malestar en forma de pérdida de autoestima, culpa, vergüenza, tristeza y el resto de emociones que utilizan el dolor como aviso para que cambiemos nuestro proceder. Ya no basta con participar. De hecho, nunca ha sido suficiente. Siempre he tenido la sensación que esta frase no era más que la típica palmadita de condescendencia que se suele dar para decirle a alguien que le “perdonamos” su fracaso. Nos han educado para asociar éxito con felicidad, lo cual no ha hecho más que generar sufrimiento. Sin darnos cuenta, estamos construyendo una sociedad donde el dolor tiende a anteponerse al bienestar, donde la agresividad ha pisoteado al altruismo, la tristeza está a punto de eclipsar a la alegría y el miedo se ha impuesto a la esperanza. Y todo ello por la obligación de triunfar…

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,