Plantas y emociones

15-plantas

Unos meses atrás discutía con un buen amigo sobre si las emociones eran una capacidad exclusivamente humana o la podíamos también encontrar en otros seres vivos. Ambos coincidíamos en que podíamos encontrar algunas emociones básicas en la mayoría de los animales. Cuando un perro está enfadado, muestra su ira con unos ladridos y una expresión corporal característica, muy diferentes a cuando está contento o cuando está triste. Más o menos igual que hacemos los humanos.

Partiendo de la teoría del cerebro “triuno” de Paul MacLean, resulta evidente que como mínimo, todos los animales compartimos lo que él denomino “cerebro reptiliano”. Es decir, tenemos un sistema que nos avisa cuando un peligro acontece en nuestro entorno y que activa las reacciones de ataque-huida. Si vas andando por la calle y te acercas demasiado a una paloma, esta levanta el vuelo y se aleja. Cuando te acercas a los peces que plácidamente reposan en el fondo de un lago, éstos huyen despavoridos. Ambos han aprendido que los humanos podemos ser un peligro potencial para su integridad. En cambio, tanto palomas como peces, si les echamos comida, acuden presurosos hacia el reclamo, aunque eso sí, guardando todo lo que pueden las distancias con nosotros, no vaya a ser que…

En lo que mi amigo y yo no logramos coincidir es en sí las plantas (incluidos árboles, líquenes, etc.) también compartían con el resto de seres vivos del planeta un sistema emocional básico. Yo, entusiasta, argumentaba que toda forma de vida siente y que por tanto en cierto modo posee un sistema emocional. Él contra argumentaba diciendo que las plantas no tenían cerebro y que por tanto difícilmente podían albergar ningún tipo de emociones. Yo por su puesto disentía. Está demostrado que las emociones, aunque centralizadas en nuestro cerebro, no dependen de éste para poderse generar. Hay emociones que nacen en nuestro estómago, en nuestra piel, y que se transmite por el resto de nuestro cuerpo con igual intensidad que las que se generan propiamente en el cerebro. Y utilizaba dicho argumento para defender mi tesis. Diversas investigaciones parecen demostrar que si a una planta le hablas con cariño, ésta crece más que si la tratas con desprecio. Incluso en los años sesenta Cleve Backster experimentó con plantas y un polígrafo y encontró que las líneas que marcaba éste eran muy diferentes cuando la planta se veía amenazada que cuando se mantenía en tranquilidad. Incluso hubo experimentos que parecían demostrar que las plantas podían reaccionar cuando algún otro ser vivo sufría: sus líneas en el polígrafo se alteraban profundamente si un cangrejo era sumergido en agua hirviendo, aun estando dichas plantas separadas en distintas habitaciones.

Investigadores e investigaciones posteriores han puesta en duda todo lo anterior. Una lástima. De todas maneras, llámame iluso, yo sigo pensado que todos los seres vivos compartimos una energía que nos une. Yo le llamo empatía emocional, empatía por que dicha energía nos une a todos en un mundo común y compartido en el que la existencia de todos está mutua y estrechamente condicionada. Nuestro mundo se empobrece a cada pérdida, se oscurece tras cada atentado perpetrado contra la vida, se resquebraja, golpe a golpe, tras cada acto que hacemos que lo pone en peligro. Y no, no es solo una ligazón determinada por la cadena alimenticia. Hay algo más. Lamentablemente, a cada día que pasa siento que para cuando por fin descubramos las emociones compartidas, posiblemente sea ya demasiado tarde…

Etiquetado , , , ,

Un pensamiento en “Plantas y emociones

  1. […] Decir que las planta sentían era arriesgar (yo me atreví a hacerlo hace casi cinco años en una entrada en este mismo blog y todavía recuerdo las miradas condescendientes de algún que otro colega), por […]

    Me gusta

Deja un comentario