Archivo de la etiqueta: malestar

Asco, desdén, morbo

El asco es una emoción primaria, de las importantes, la cual, quizás debido a su carácter altamente sensorial (está relacionada de una manera u otra con cada uno de los cinco sentidos), ha acabado convertida en una emoción social. A pesar de no tener mucho que ver con el orgullo, la culpa o la vergüenza, el asco ha asumido funciones de regulador social, determinando en muchas más ocasiones de las que nos gustaría aceptar la manera que tenemos de relacionarnos con los demás.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

Emociones venenosas

Como ya creo que a estas alturas todos sabemos una manera de clasificar las emociones es en función de su valencia. Es decir, según si nos producen malestar (valencia negativa) o bienestar (valencia positiva). En entradas anteriores, ya hablamos de que por cada emoción con valencia positiva existen 3 de negativas, y que era debido, fundamentalmente, a que la principal función de las emociones es la de supervivencia. Sin embargo, dentro de las emociones que producen malestar, hay un grupo muy concreto, con unas características muy especiales, cuyo efectos es el de envenenarnos, o al menos, es lo que me hacen a mí y a bastante gente con la que he hablado sobre ellas.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

Emociones “encontradas”

Voy a exponer una situación personal pero que creo es también más o menos prototípica. Un día como otro cualquiera vas por la calle y te encuentras a alguien con quien, años atrás, compartiste grupo de amigos y cierta amistad. Una persona con quien llevabas bastantes años sin verte y con la no has mantenido vínculos de ningún tipo. Únicamente, de vez en cuando te encontrabas con su madre o con su prima y, en realidad por simple educación y deferencia hacia ellas, acabas preguntándoles que tal le iban las cosas…

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

El sentido interoceptivo

El objetivo del sentido interoceptivo es el de informarnos en cada momento de cómo se siente nuestro cuerpo, es decir, nos pone al tanto del grado de bienestar o de malestar que tenemos de cara a poder cambiar, por ejemplo, una determinada postura o dejar de hacer una acción, y prevenir así posibles daños físicos. De todas maneras, el sentido interoceptivo no funciona igual durante toda nuestra vida. Cuando somos jóvenes, y todo va como debe, su papel es relativamente residual. Apenas tiene que trabajar. Todo está tan “lubricado” que incluso manteniendo posturas raras y realizando conductas que maltratan a nuestro cuerpo, la cosa va tan bien que llegamos a creernos que somos como uno de esos superhéroes de la Marvel. No importa desde dónde se caen y los golpes que reciben. Simplemente se levantan y a por más.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Condenados a mirarnos el ombligo

Las nuevas tecnologías, la rapidez con la que todo se mueve y cambia hoy día, las urgencias cotidianas transformadas en incendios que se repiten y se repiten dándonos la sensación de que no hemos apagado uno que se ha encendido otro, la intrascendencia con la que nos relacionamos con la mayoría de personas que nos rodean… y un posible largo etcétera más, acaban provocando que acabemos imbuidos en nosotros mismos, contemplándonos desesperadamente el ombligo, incapaces ya no de empatizar, sino de simplemente prestar atención a los demás. Ni vemos, ni nos ven. Quid pro quo que todo lo arrasa dejando allí donde pasa un infinito desierto cada vez más difícil de recuperar.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

«Depresión de éxito»

Aunque la depresión sea una de las enfermedades mentales más frecuentes en nuestra sociedad, existe un tipo, la que conlleva el éxito, que es tan desconocida que, al apenas hablar de ella, acabamos convirtiéndola en más peligrosa que aquella otra de la que todos sabemos. Asociamos “depresión” siempre con fracaso, con un estado bajo de ánimo, con la tristeza extrema que comporta sentirse una mierda, con no poseer autoestima ni el mínimo atisbo de orgullo hacia uno mismo. La depresión modifica no sólo nuestra manera de comportarnos, también nuestros pensamientos, volviéndolos tan autolesivos que, en muchísimas ocasiones, acaba conduciendo a la persona que los tiene a desear suicidarse.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

La trampa

Todo suele empezar un día como otro cualquiera. No importa si fue soleado, nublado o llovió porque, aunque hubiese hecho el peor de los tiempos, tampoco lo recordaríamos el día que todo termina. Quizás sea  eso lo que lo convierte en intrascendente. No lo sé. Lo cierto es que, en general, no solemos tener conciencia del momento preciso en que todo se inicia. Simplemente, algo minúsculo e intrascendente provoca el primer y leve cambio. Todo iba desarrollándose con normalidad, como siempre había sido y, de repente, la bola de nieve empieza a rodar y rodar. Minúscula al principio, la mayoría de las veces gigantesca al finalizar.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Zanahorias

Todos los seres humanos necesitamos zanahorias. Retos en los que poder enfocarnos, y a partir de los cuales encaminar nuestra existencia y lanzarla hacía el futuro. Motivaciones, suelen llamarlas en los libros de Psicología. Objetivos, en lenguaje cotidiano. Sin zanahorias nuestra vida quedaría vacía. Sin sentido. Nos daría igual quedarnos quietos que estar en continuo movimiento. Seríamos como el resto de animales: nos moveríamos por instintos básicos, de supervivencia. Únicamente el hambre, la sed, el frío, el calor o la necesidad de procrear nos moverían a actuar. Sin embargo, para nosotros esto no resulta suficiente. Cierto que todo lo anterior tiene su importancia (grande o, como mínimo, mucho más de lo que, en ocasiones, somos conscientes), pero los seres humanos necesitamos más. Quizás sea el hecho de ser conscientes de que estamos destinados a perecer. Quizás sea el premio (o el castigo) que implica poseer cierta inteligencia superior, pero todos nosotros necesitamos pensar que dejamos y dejaremos huella, que nuestra vida tiene un razón de ser.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Educación emocional

La educación emocional es esa educación que muy pocas veces recibes en la escuela y que sólo unos pocos afortunados la obtienen en el seno de su familia. Porque, a pesar de que en los últimos años las emociones estén en boca de todos, seguimos sin saber educarlas. Algunos que simulan saber, hablan de gestionarlas, incluso (inocentemente, quiero pensar) de controlarlas, pero pocos son los que poseen las herramientas mínimas para hacerlo. Sin embargo, todos, incluso aquel más incompetente emocionalmente, es capaz de percibir cuando alguien pierde el control de sus emociones. Estamos programados para huir cuando esto ocurre. Pero casi nadie es capaz de realizar el mismo proceso perceptivo cuando se trata de uno mismo. Sabemos que nos hemos descontrolado emocionalmente cuando ya es tarde.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

Ecología del miedo

El mejor indicador de lo intenso que es el miedo que sentimos no es otro que la distancia de huida. A mayor distancia entre nosotros y aquello que nos genera la emoción del miedo, mayor intensidad y viceversa. En esto, el miedo y el asco pueden llegar a confundirse. Ambos nos obligan a poner distancia, a alejarnos de aquello que tanta inquietud nos produce. El miedo moviliza y mantiene todos nuestros recursos para garantizar la huida. El asco nos recuerda que no debemos acercarnos si queremos seguir conservando nuestra integridad.

Todos los animales tenemos distancias de huida características y particulares en función de aquello que nos atemoriza. Basta con observar los animales que conviven con nosotros en nuestros pueblos o ciudades para poder establecer un “ranking”. A mayor tiempo compartiendo nuestro hábitat, menor es la distancia de huida que precisan.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,