Archivo de la etiqueta: pesimismo

La fuerza del optimismo

Todos aquellos que por circunstancias de la vida no somos capaces de contemplar la mayor parte del tiempo nuestra realidad “medio llena” y que tendemos más a hacerlo “medio vacía”, solemos creer, nos autoconvencemos de que el optimismo no puede ser saludable. Una emoción, un estado de ánimo, que nos vuelve vulnerables no puede ser bueno. Algo similar ocurre con todos aquellos que han sufrido un fuerte desamor: contemplan al amor como una brecha en su coraza, un modo de indefensión que no compensa y, en consecuencia, huyen de un nuevo amor como el agua lo hace del aceite. Nos decimos a nosotros mismos que es el precio que toca pagar si queremos protegernos de futuros desengaños. Preferimos anestesiarnos a una mínima posibilidad de sufrimiento. El problema es que olvidamos que un optimismo correcto no tiene porqué implicar invulnerabilidad, ni nos convierte en seres impulsivos que se lanzan hacia un objetivo sin pensar en las posibles consecuencias. Olvidamos que ser optimista es la mejor manera de generar en nosotros entusiasmo, fe, perseverancia. Creer que lograremos un reto nos completa, nos fortalece ante futuras frustraciones al hacernos ver que valemos, que poseemos herramientas para afrontar las dificultades. Esta es quizás la principal fortaleza del optimismo: nos permite emprender, intentar, aprender. Y todo ello sin tener que dejar de lado el “control”, sino todo lo contrario: nos lo provee al empoderarnos.

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Incertidumbre como valor

Tendemos a dividir a las personas, desde el punto de vista de encarar una situación, en optimistas y pesimistas. Entre los que encaran las dificultades posicionándose en el lado ventajoso de la situación (por muy complicada que ésta pueda ser), y los que lo hacen pensando siempre en lo peor, decidiendo incluso que no hay nada que se pueda hacer para que todo no acabe saliendo mal. Sin embargo, pocas son las ocasiones en las que establecemos otro tipo de dicotomía: la de la incertidumbre versus el control, es decir, entre los que necesitan perentoriamente tener la sensación de que controlan lo que sucede a su alrededor, y aquellos otros que les importa un pepino poseer dicho control, y que, de hecho, se sienten más que cómodas, a sus anchas, habiendo de gestionar lo que les sucede con independencia de haber tenido o no la opción de planificar con anterioridad sus conductas.

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Optimismo y perdón

En general, por lo que parece ser, las personas optimistas perdonan con más facilidad que las pesimistas. He de confesar que tampoco es algo que me sorprenda. De hecho, basta con pararse a pesar sobre la relación entre optimismo y perdón, y rápidamente vemos que existen diversas razones que ayuda a explicarla. Una podría ser que, guardar rencor, mantener viva emocionalmente la ofensa sufrida, en realidad no es más que un mecanismo de defensa que utilizamos para decirnos a nosotros mismos que ha sido el otro quien ha obrado mal, que no somos los culpables y, en consecuencia, liberarnos del peso de la culpa y de la rémora que comporta tener que arrastrar una baja autoestima. No tener la posibilidad de pasar el tiempo lamentándonos de lo que pasó, aunque impide que acontezcan los “beneficios” que ofrece permanecer relamiéndose en la autocompasión, ayuda a superar. Porque, está demostrado que, si nos liberamos de las consecuencias emocionales de una determinada situación “problemática” pasada, instantáneamente no sólo nos resulta más sencillo perdonarnos a nosotros mismos, sino que además acaba siendo más fácil también enfocar nuestros esfuerzos en el presente y poder así construir un futuro más satisfactorio. Lo cual, en realidad, suele ser la manera de proceder más habitual de las personas optimistas. Resulta más sencillo perdonar si no necesitamos tener que estar continuamente buscando una justificación que nos ayude a explicar un posible sentimiento de insatisfacción casi continuo.

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Emoción y sentimientos

18.López Rosetti, Daniel. Emoción y sentimientos.jpgIgual que sucede con los instintos, las emociones no se aprenden sino que se conforman a partir de vivencias. Es la vida la que nos dota de nuestro bagaje emocional. Son las experiencias las que nos conforman y nos diferencian, alejándolas definitivamente (por si alguien tenía la tentación de confundirlas) de los instintos, por muy automatizadas que en determinados momentos puedan acabar resultando ambos.

Nuestro rostro, como ocurre con el barro, se acaba esculpiendo en función de aquellos sentimientos y emociones que más nos embargan. Las arrugas que lo determinan se instalan de una manera u otra dependiendo de la expresión emocional que predomina. Un mismo rostro será completamente distinto si la emoción que nos distingue es la ira, el miedo, la alegría o la tristeza. Eso por nombrar básicamente las principales, pero de emociones hay muchas, muchísimas, sobre todo por la capacidad que tienen de mezclarse entre ellas para conformar otras de nuevas. Sigue leyendo

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Ponerse en lo peor…

17.EnloPeor.pngDejando a un lado la dicotomía optimismo / pesimismo, la cual englobaría diferentes factores que no vienen al caso, me gustaría reflexionar sobre la razón por la que las personas estamos divididas en dos bandos: aquellas que ante un determinado escenario se posicionan en lo peor, y las que por el contrario, suelen estar plenamente convencidas que pase lo que pase todo saldrá bien. Si analizamos ambas situaciones en relación al concepto “salud mental”, no hay duda posible: creer que siempre nos sobrevendrá lo mejor alienta la aparición de emociones como el miedo, el estrés, la tristeza, la ansiedad, la angustia y un largo etcétera, todas ellas por supuesto en su versión más patológica y disfuncional. Sigue leyendo

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Detectando emociones

15.Detectar.pngNo sé si realmente la cara es el espejo del alma como asegura el dicho, pero lo que sí que tengo claro es que es el principal vehículo de expresión de nuestras emociones. Nuestro rostro cambia siguiendo el dictado de nuestros sentimientos, y solamente aquellos que por la razón que sea se han convertido en expertos en expresar emociones ficticias (los actores y actrices serían los máximos exponentes, aunque no los únicos) o los que padecen algún tipo de patología, son capaces de no mostrar o expresar a su antojo emociones que realmente no sienten del todo. Y es que cuando queremos saber que siente el otro, por donde transcurren sus pensamientos, basta con mirarlo a la cara, en concreto al triángulo formado por ojos, boca y frente, y por supuesto, contar con la suficiente empatía y entrenamiento para poder entender lo que se nos muestra.  Sigue leyendo

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Optimismo inteligente

14.Avia, MD & Vázquez, C - Optimismo inteligente.jpgCada vez tengo más claro que el optimismo es un estado de ánimo. Que surge de una emoción racionalizada y mantenida en el tiempo, seguro, pero que también somos o no somos optimistas no en función del momento concreto, si no por tendencia, es decir, por ser capaces de mantener una posición emocional con continuidad. Esta es la diferencia fundamental entre un estado anímico y una emoción, que la primera siempre viene determinada por un suceso ya sea físico o mental. Algo sucede, nos impacta de alguna manera y nuestro cuerpo responde generando una respuesta que nos condiciona y nos lleva a actuar. Los estados de ánimo por supuesto también nos predisponen. Configuran la manera cómo vamos a afrontar la realidad desde el inicio, es decir, determinan nuestra manera de percibirla y el modo como le damos sentido a todo aquello que nos acontece. Sigue leyendo

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Sonríe o Muere

02.Ehrenreich, Barbara - Sonríe o Muere.jpgVivimos en la era de los emoticones, de las sonrisas a tutiplén, donde todo parece tan hermoso, que nadie parece extrañarse que apenas parezca haber ni rastro de felicidad. Un lugar donde el dolor se oculta a los demás ya sea por vergüenza o por no molestarles. Donde la queja ha dejado de asociarse con el dolor, sufrimiento o malestar que siente el otro, para acabar haciéndolo con la ira, la frustración, o lo que es aún peor, con la debilidad. Aquello de “los niños no lloran” que a alguno de nosotros nos decían de pequeños para evitar que llorásemos y poder así pasar página rápidamente, no sólo no hemos sido capaces de erradicarlo por absurdo e injusto, sino que hemos sido tan obtusos como para ampliarlo exportándolo a máximos, llevándonos de este modo a enjuiciar el dolor ajeno como una táctica dilatoria en forma de excusa para evadir las propias responsabilidades y poder así encasquetárselas a otro. Sigue leyendo

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Pesimismo

36.PesimismoLa predisposición a interpretar el futuro siempre del modo más desfavorable posible representa un preámbulo a la depresión. Tanto Tenhouten como Plutchik coinciden en que la emoción del pesimismo se compone de anticipación y de tristeza. La anticipación de aquello que está por venir cargada de desconfianza tanto en las propias posibilidades como en poder recibir ayuda externa. El mundo está contra mí y me lo demuestra a cada instante que pasa. Convencimiento que ayuda a que la tristeza se instale en el alma de la persona pesimista, completando un círculo vicioso que teñirá la realidad de un intenso gris, como una niebla pegajosa y densa que se engancha a uno impidiéndole cualquier posibilidad de progresar hacia la luz, haciéndose a cada fracaso, más y más espesa. Sigue leyendo

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Carencias

24.Carencias.pngMi amigo Pedro es un sufridor profesional. Si no padece no parece estar contento, cuando en realidad, el problema suele ser el contrario: tanto sufrimiento acaba haciéndolo profundamente infeliz. Y no se trata de un juicio gratuito. Para nada. El cariño que le profeso hace inviable la crítica. Sencillamente es preocupación. Además, si le preguntas, rápidamente admitirá que le gusta sufrir, que no sabe muy bien cómo, pero lo cierto es que generalmente acaba preocupándose innecesariamente por cualquier aspecto, sea éste relevante o no. Sigue leyendo

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