Archivo de la etiqueta: percepción

Cómo ver el mundo

Escribe Nicholas Mirzoeff que “la visión del mundo no depende tanto de cómo vemos, cuanto de qué hacemos con lo que vemos” y yo no puedo estar más de acuerdo con él. Creo que es la afirmación  que he leído en los últimos años (y he leído bastante) con la que más me he identificado. Cierto que los neurocientíficos hace ya tiempo que nos dicen aquello de que no vemos con los ojos sino que lo hacemos con el cerebro, pero al final, tanto da con lo que vemos, lo importante es lo que finalmente hacemos con nuestra realidad. Poco importa cómo ésta sea, lo fundamental es cómo la “moldeamos”, cómo nos movemos, la manera cómo somos capaces de aceptarla, transformarla o evitarla escondiéndonos de ella. Es lo que hacemos con lo que percibimos lo que nos transforma, tanto a nosotros, como a la misma realidad. Cómo explicar si no que alguien con limitaciones físicas sea y se sienta mucho más feliz que otro que goza de plena libertad de movimiento. Cómo entender que aquel que todo lo tiene (y no me refiero únicamente a lo meramente material) se sienta inmensamente infeliz, un desgraciado y, en cambio, aquel otro que apenas si tiene nada, sea capaz de hacer de la necesidad virtud y una razón para la esperanza y la alegría. Resulta imposible.

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El libro que tu cerebro no quiere leer

De unos años a esta parte se ha cambiado en foco en cuanto a la importancia en como los seres humanos percibimos. Recuerdo que cuando era crio, en la escuela, mis maestros me enseñaban que nos relacionábamos con el exterior mediante cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, y sus órganos correspondientes, los ojos, las orejas, la nariz, la lengua y la cavidad bucal y nuestro cuerpo, con especial relevancia a las manos. Después vinieron el resto de sentidos (algunos entendidos hablan de que son 27), pero todos ellos, a fe de ser rigurosos, siempre, en un segundo plano, incluido el sentido de la propiocepción. Actualmente, el énfasis se pone, indiscutiblemente, en el cerebro. Es nuestro cerebro el que percibe, el que ve, el que oye, huele, saborea y toca. No son, en consecuencia, nuestros ojos los que ven, sino nuestro cerebro quien, no solamente centra la atención en determinados estímulos y no en otros, sino que, además, decide que es lo que se tiene que ver y como debe interpretarse, por poner un ejemplo en, quizás, el sentido al que solemos dar mayor  valor.

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Sobre las emociones

Existe una indudable relación causa-efecto entre estados de ánimo y emociones. Poco importa que las emociones partan de una situación intencional (es decir, a partir de un suceso concreto que implique que tengamos que llevar a cabo una respuesta reactiva en forma de conducta), mientras que los estados emocionales no. Resulta evidente que una emoción que se prolonga en el tiempo o que posee una determinada intensidad, acaba por generar un estado afectivo, pero también, que un estado afectivo puede acabar favoreciendo que una determinada emoción se sobreponga al resto y que, en consecuencia, acabe predominando y condicionando la manera como tendremos de relacionarnos con nuestro entorno.

Emociones y estados de ánimo son vasos comunicantes, componentes que configuran un mismo sistema determinante. Basta que estemos de mal humor, para que el juicio que hagamos en relación a una determinada situación sea mucho más severo que si es la alegría la emoción que nos embarga. De la misma manera que una acción genera emociones diferentes si quien la realiza es alguien querido o alguien que nos desagrada. En el segundo caso nuestro juicio será implacable. En el primero se impondrá la condescendencia, el quitar hierro al asunto. Pelillos a la mar. Pongamos el foco de nuestra atención en otra cosa mariposa.

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Cansancio pandémico

Si algo ha dejado tras de sí el dichoso coronavirus ha sido una sensación eterna y generalizada de cansancio. Convencido como estoy que no se trata de una sensación exclusivamente mía, (de hecho cuando pregunto a conocidos y desconocidos, a la mayoría les sucede algo similar, con independencia de que hayan padecido o no la enfermedad), eso no quita que me preocupe. Posiblemente, en mi caso, quizás haya que sumar también la edad. Soy consciente de que ya no soy ningún niño, aunque tampoco tan mayor, pero lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, tengo que reconocer que me cuesta mucho más trabajo arrancarme a hacer determinadas cosas que antes hacía con dichosa normalidad. Como si un peso extra se agarrase a mis piernas y brazos obligándolos a realizar un esfuerzo mucho mayor del habitual. Como si el depósito de “automotivación” se hubiese agotado y apenas si quedase combustible para continuar la marcha a rastras.

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La Vida es miedo

28.Vida.pngToda nuestra existencia consiste en una incesante lucha contra el miedo. No importa lo valientes que nos consideremos o que realmente seamos, la negociación es continua e incesante. Cada una de nuestras decisiones, desde la más insignificante a la más determinante, tanto las conscientes como las inconscientes, surge tras una ardua negociación entre lo que nos atrevemos y lo que no nos atrevemos a hacer. Entre lo que sentimos somos capaces de abordar, lo que no lo sentimos pero lo llevamos a cabo con más o menos esfuerzo, lo que no consideramos como temor pero que algo nos impide afrontar y por supuesto, aquello que sentimos y sabemos que jamás podremos mirar frente a frente. Y será en función de los acuerdos, a modo de tregua, que logremos pactar con nuestros miedos, la relación que establecemos no sólo con nuestro entorno, sino fundamentalmente con nosotros mismos. Sigue leyendo

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Sensación y Percepción

26.Luria, A. R. Sensación y Percepción.jpgSegún Luria, “las sensaciones constituyen la fuente principal de nuestros conocimientos acerca del mundo exterior y de nuestro propio cuerpo”. Cualquier organismo, en pos de poder sobrevivir, necesita conformar una serie de órganos receptivos que le informen tanto de lo que sucede en el exterior como en su interior. Sin información precisa de lo que está ocurriendo resultaría imposible poder reaccionar y poner remedio a lo que acontece, dejándonos por tanto indefensos y sin respuesta. Sin dichos órganos la posibilidad de adaptarse a un entorno resultaría imposible, lo cual significaría irremediablemente su extinción y desaparición.

La relación entre sensaciones y emociones es directa. Sigue leyendo

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Miedo

28.MiedoEmoción primaria de valencia negativa responsable en buena medida de gran parte del sufrimiento humano, cuya misión no es otra que avisarnos de posibles peligros mediante sensaciones físicas desagradables (dolor), que favorecen la aparición de conductas de ataque huida, metasentimientos (la evaluación de la emoción del propio miedo) y percepción o pensamientos sobre el propio yo. Sigue leyendo

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Realidad virtual y supervivencia.

16.Realidad-Virtual¿Alguna vez te has planteado si el mundo objetivo, ese que está ahí fuera, existe tal y como lo percibimos? Y sobre todo, ¿alguna vez te has dado cuenta de la importancia que tiene una buena lectura de lo que está ocurriendo?

Resulta evidente que tanto los seres humanos como el resto de organismos nos relacionamos con nuestro entorno a partir de los órganos de los sentidos, siendo éstos y sus características específicas los que en realidad condicionan y determinan la manera como construimos cada uno de nosotros la realidad. Sin embargo, si miramos de ser precisos, debemos apuntar que en realidad quien configura el resultado final, el verdadero responsable de esa realidad última que da forma al mundo tal y como creemos percibirlo, no es otro que nuestro cerebro. Sigue leyendo

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