Archivo de la etiqueta: envidia

Emociones “encontradas”

Voy a exponer una situación personal pero que creo es también más o menos prototípica. Un día como otro cualquiera vas por la calle y te encuentras a alguien con quien, años atrás, compartiste grupo de amigos y cierta amistad. Una persona con quien llevabas bastantes años sin verte y con la no has mantenido vínculos de ningún tipo. Únicamente, de vez en cuando te encontrabas con su madre o con su prima y, en realidad por simple educación y deferencia hacia ellas, acabas preguntándoles que tal le iban las cosas…

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Envidia Sana

La envidia es un sentimiento con más aristas de las que en un primer momento pudiera parecer. Si la miramos al “microscopio” veremos que la envidia se compone de carencia e injusticia y que suele generar cierto rencor, malestar e incluso, desafortunadamente, hostilidad. Sentimos envidia cuando creemos que alguien tiene algo que deseamos y además no merece y deseamos arrebatárselo (y si eso no es posible, que le suceda una desgracia y lo pierda). Esta es la peor de las envidias, la que acaba siendo patológica, la del perro del hortelano, la que siempre produce dolor, la que nubla cualquier capacidad de empatía y comprensión hacia el otro, la que enciende la llama de la hostilidad y quema todo a su paso.

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Mentalidad cangrejo

La mentalidad cangrejo o “cangrejos en el cubo” consiste en la necesidad de sabotear al otro cuando este parece tener más posibilidades de éxito que tú. La expresión surge del comportamiento de los cangrejos cuando son puestos en grupo en un cubo. Si están solos, la mayoría logra escapar sin dificultad. En cambio, cuando están en grupo, entre ellos se sabotean para impedir que alguno de ellos, individualmente, escape, entrando de esta manera en una competición que, en lugar de favorecer la supervivencia, consigue todo lo contrario.

Este sentimiento, o emoción, aunque cercano a la envidia o al despecho, no sería al cien por cien equivalente. Sin embargo, aun incapaz de encontrar un término (excepto el utilizado en el título) para nombrarlo, algo me dice que posee una entidad propia y diferenciada dentro de las emociones, y si buscamos su equivalente en los seres humanos, lo encontramos en aquellas situaciones donde alguien actúa con el único objeto de impedir que otra persona pueda lograr algo que él no puede conseguir. Es un “si yo no puedo conseguirlo, tu tampoco”, y a partir de aquí, el único propósito vital no es otro que el de impedir que otra persona llegue a donde nosotros no podemos llegar. Por tanto, trasladado a la psicología grupal, vendría a ser aquel comportamiento que lleva a un grupo a desvalorizar los méritos o logros de uno de sus miembros por el simple hecho de que el resto no sean capaces de igualarlo.

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Sentimiento viejuno

Sé que, con la edad, la mayoría de las personas nos volvemos conservadoras. Supongo que se debe a que, a diferencia de lo que ocurre en la juventud, según envejecemos vamos siendo cada vez más conscientes de que el tiempo se nos escapa, lo que nos lleva, queramos o no, a procurar retenerlo y a anhelar el que hemos perdido. Quizás sea ésta la razón por la que la nostalgia es una emoción de románticos y viejos. Cuando el futuro parece infinito, no existe la necesidad de echar la vista atrás y únicamente tenemos ojos para mirar al frente y perder la mirada en el horizonte. Dicho esto, la intención (al menos conscientemente) de esta entrada no es hacer una oda al pasado ni una crítica injusta al presente. Todo lo contrario. Pretende ser un alegato al futuro, pero acordándonos también de aquello bueno que dejamos atrás. Un grito para que definitivamente la esperanza acabe por instalarse y podamos por fin dibujar un hermoso arcoíris que aparte todos esos horribles nubarrones que desde hace algún tiempo parecen estar empeñados en acompañarnos.

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The Moral Psychology of Compassion

Solemos confundir compasión con empatía. Teóricamente en ambas nos ponemos en el lugar del otro. Sin embargo, si nos escudriñamos con un poco de atención, veremos que esto no es verdaderamente así.  Cierto que la persona que siente compasión por otra imagina lo que ésta siente, pero a diferencia de lo que sucede con la empatía, no sufre lo que ella sufre. La compasión entiende el sufrimiento ajeno, pero no lo convierte en propio, sino que mantiene la distancia. La persona compasiva es una mera espectadora del sufrimiento de la otra persona, como si asistiese a una película, sabiendo que en el momento en que se enciendan las luces del cine, recogerá sus abrigos, saldrá por la puerta y su atención divagará, deteniéndose o no, en cualquiera otro aspecto con el que se encuentre.

La persona que se compadece, muy a su pesar posiblemente, actúa de manera condescendiente ante aquel otro hacia el que siente piedad. La compasión es una emoción en cierto modo social. Nos posiciona, nos sitúa por encima o por debajo en función del grado de sufrimiento que estemos padeciendo. Si mi situación es mejor que la del otro, no puedo evitar suspirar aliviado, como si se tratase de una versión diluida de la emoción de schadenfreude. No es que nos alegremos realmente de la dificultad ajena, pero sí que es cierto que sentimos algo de satisfacción al ser conscientes de que nuestra situación es mucho mejor. Como cuando sé que mi economía es mejor que la de mi compañero de oficina. No se trata de necesitar que al otro le vaya peor que a nosotros. Sencillamente, al establecer una comparación de la que salimos “vencedores”, no podemos evitar sentirnos bien.

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Malvadalegría

48.Malvadalegria.pngLa alegría malvada o schadenfreude es ese sentimiento de placer que produce contemplar la desgracia ajena. Sin embargo, y aunque a primera vista pareciera que nos sirve cualquier “ajeno”, el placer o la alegría es mucho mayor cuando ese otro es alguien a quien envidiamos. Contemplar la equivocación de aquel que siempre se ha mostrado seguro y preciso, sabe muchísimo mejor que cuando tiene lugar en un cualquiera que tanto nos da. Es como cuando tu equipo rival, ese al que tanto inquina tienes por sus victorias, pierde de manera inesperada, produciente una alegría que en ocasiones no consigue provoca el triunfo de los tuyos. Sigue leyendo

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Guiados por la culpa.

29.GuiadosActuamos movidos por emociones. Ninguna conducta es producto de la casualidad y mucho menos del azar. En cierto modo somos como marionetas, de esas que tienen sus extremidades ligadas por hilos y por tanto somos accionados en función del movimiento de la mano que las sostiene. Las emociones vendrían a ser los puntos de anclaje a la cruceta y que van a morir en las distintas extremidades o partes móviles de la marioneta. A mayor número, más emociones seremos capaces de conformar. Sigue leyendo

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Pérdida voraz

23.VoracidadNunca me había planteado la posible relación entre inteligencia y el sentimiento de pérdida. Era conocedor de que muchas de las motivaciones humanas estaban relacionadas con la evitación del sentimiento de pérdida, principal componente del sufrimiento y enemiga eterna y declarada del bienestar, de que a nadie nos gusta perder y de que incluso, entendemos como pérdida, una posible ganancia que finalmente no se concreta. Poco importa que en realidad no hayamos perdido algo, si sentimos que hemos dejado de ganar, instantáneamente lo traducimos en forma de pérdida. Sigue leyendo

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Matices

19.Matices.pngEl lenguaje está lleno de pequeños matices que no siempre somos capaces de captar. Unas veces por falta de atención (ocupados en intentar ver el sol, somos incapaces de discernir el color del cielo), otras por desconocimiento (si no sabemos que algo existe nos resulta imposible poderlo ver), lo cierto es que en muchas ocasiones determinados significados pasan a través de nosotros sin que seamos capaces de retenerlos. Y solamente la casualidad o el leve aleteo de una mariposa en la otra parte del planeta, permite que de repente, sin estar previsto, cambiemos el punto de vista, el foco con el que siempre iluminamos aquello que nuestros ojos contemplan, y consigamos veamos lo que hasta ese preciso instante nos resultaba invisible por completo. Sigue leyendo

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Juez y parte


17.juezypartenuevoJuzgar a los demás es una de esas acciones que resulta casi imposible de evitar. Ves a una persona comportarse de una determinada manera y rápidamente estableces una conclusión que define y etiqueta su conducta. No importa si el resultado final de nuestra sentencia es aprobatorio, absolutorio o condenatorio, por el simple hecho de juzgar al otro o a nosotros mismos, siempre acabamos situados en una especie de pedestal en el que arbitrariamente nos hemos subido y que actúa como atrapa rayos, como un extraño imán cuyo único poder de atracción es el de acercarnos irremediablemente hacia el sufrimiento que conlleva la soberbia del que se cree juez y no es consciente que también es parte. Sigue leyendo

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