Creemos que los demás ven a los otros de la misma manera que lo hacemos nosotros. Estamos convencidos de ello. Quizás por ello cometamos tantísimos errores de apreciación, pero, sobre todo, de confianza. Olvidamos el poder de las emociones en cuanto a cómo vemos las cosas. Somos incapaces de entender que nadie más podrá ver a una determinada persona como lo hacemos nosotros si la amamos. El amor es un filtro perturbador que aniquila cualquier atisbo de objetividad y verdad en la realidad. Por eso no logramos entender que haya personas que no vean en esa persona amada lo que vemos nosotros. Olvidamos que las emociones que enfocan su mirada no son las mismas que lo hacen con la nuestra.