Archivo de la etiqueta: atención

Shambhala

Últimamente, hable con quién hable, el que más o el que menos, acaba refiriéndose a lo dificultoso que resulta mantener la atención y no acabar saltando descontroladamente de un estímulo a otro. Vivimos en un momento donde se han juntado el hambre con las ganas de comer. La mayoría de nosotros provenimos de un mundo donde estar atento resultaba fundamental para no perder oportunidades. Hemos sido educados, y hemos educado, en la importancia de estar atentos. Hasta aquí correcto. El problema subyace cuando la cantidad de estímulos existentes sobrepasa por mucho las posibilidades de cada uno de nosotros, por lo que acabamos tan desbordados como si intentásemos atrapar el aire con las manos. Por mucho empeño que pongamos, el resultado final no es sino acabar frustrados.

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Triple Focus

Según Goleman cinco son las capacidades esenciales que debemos aprender para gestionar mejor nuestras emociones. La primera es ser capaces de dirigir nuestra atención hacia nuestro mundo interior. Contemplar atentamente nuestros pensamientos y sentimientos con el objetivo de tomar conciencia de nosotros mismos. Sin atención no existe aprendizaje, y sin aprendizaje las emociones suceden, pasan de largo y no somos capaces de entender ni lo que nos sucede, ni tampoco la razón por la que llevamos a cabo determinados comportamientos. Es decir, imposibilitamos cualquier oportunidad de autogestión, que es la segunda capacidad que necesitamos aprender. Autogestionarse significa ser capaces de entender por qué nos sentimos o actuamos de una determinada manera, porque si no somos capaces de entendernos a nosotros mismos, de saber nuestros “porqués”, entonces resulta harto difícil poder empatizar, entender a los demás y desarrollar esas habilidades sociales que nos permitirán relacionarnos desde el bienestar y no des del sufrimiento. Necesitamos a los demás para ser nosotros mismos, por lo que la calidad de nuestras relaciones determinará la riqueza o la pobreza de nuestro propio yo. Somos lo que compartimos. Sin intercambio resulta imposible crecer, mejorar y, en consecuencia, poder tomar buenas decisiones o, como mínimo, aquellas que hagan posible que nuestra existencia sea mejor.

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Emociones políticas 2

Cualquier sociedad aspira (o en sus inicios lo hizo, posiblemente visto los resultados de forma utópica) a que la emoción que una a todos aquellos que la componen sea el amor. Diferentes investigaciones han demostrado que, si existe una emoción importante para el bienestar de las personas, esta no es otra que el amor. Basta con recordar, a modo de ejemplo, la teoría del apego de Harlow, que nos muestran que es el amor es la emoción responsable de unir emocionalmente a las personas. En el caso concreto de los bebes, bien canalizada, los impulsa hacia la empatía, hacia el establecimiento de un interés verdadero y no egoísta en relación a la otra persona (que no la vea únicamente como un modo de lograr un fin, alimento, calor, etc.). En cambio, en la mayoría de las sociedades (desde las familias hasta las naciones) la cohesión grupal se construye a partir de sentimientos como el de “amor a la patria”, los cuales se conforman, principalmente, gracias a la emoción del orgullo. El orgullo es el “pegamento” esencial que garantiza y afianza un verdadero sentimiento de pertenencia a un grupo. Sin embargo, la diferencia entre “amor” y “orgullo” resulta más que evidente. Mientras que el primero produce una visión de igualdad entre las personas, favoreciendo la cooperación, la fraternidad y las conductas altruistas, en cambio, el segundo, se asienta en la diferencia y la competición, es decir, en aquello que hace superior a una persona per el único motivo de pertenecer a una nación, grupo, colectivo, familia, etc. Mientras que el amor une, el orgullo individualiza y nos convierte en islas, al fomentar únicamente la obligación de “defendernos” de todo aquello que pueda empequeñecernos.

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Emociones políticas

Cualquier sociedad aspira (o en sus inicios lo hizo, posiblemente visto los resultados de forma utópica) a que la emoción que una a todos aquellos que la componen sea el amor. Diferentes investigaciones han demostrado que, si existe una emoción importante para el bienestar de las personas, esta no es otra que el amor. Basta con recordar, a modo de ejemplo, la teoría del apego de Harlow, que nos muestran que es el amor es la emoción responsable de unir emocionalmente a las personas. En el caso concreto de los bebes, bien canalizada, los impulsa hacia la empatía, hacia el establecimiento de un interés verdadero y no egoísta en relación a la otra persona (que no la vea únicamente como un modo de lograr un fin, alimento, calor, etc.). En cambio, en la mayoría de las sociedades (desde las familias hasta las naciones) la cohesión grupal se construye a partir de sentimientos como el de “amor a la patria”, los cuales se conforman, principalmente, gracias a la emoción del orgullo. El orgullo es el “pegamento” esencial que garantiza y afianza un verdadero sentimiento de pertenencia a un grupo. Sin embargo, la diferencia entre “amor” y “orgullo” resulta más que evidente. Mientras que el primero produce una visión de igualdad entre las personas, favoreciendo la cooperación, la fraternidad y las conductas altruistas, en cambio, el segundo, se asienta en la diferencia y la competición, es decir, en aquello que hace superior a una persona per el único motivo de pertenecer a una nación, grupo, colectivo, familia, etc. Mientras que el amor une, el orgullo individualiza y nos convierte en islas, al fomentar únicamente la obligación de “defendernos” de todo aquello que pueda empequeñecernos.

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Alguien con quien “pelear”

Todos conocemos o hemos conocido personas que necesitan estar continuamente buscando alguien con quien “pelear”, a quien “culpar” de la situación que sea, por insulsa e intranscendente que ésta pueda resultar. Personas que viven para encontrar motivos que justifiquen la contienda continua en la que basan su existencia. Seres que basan su existencia en tener una “causa” que defender, un “tenemos que defendernos” perpetuo, y generalmente injustificado, que, a disgusto con la propia soledad, les lleva a embarcar a todos los que les rodean en sus batallas. Porque, para estas personas, o estamos con ellas, o estamos contra ellas. No existe posibilidad de término medio.

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Oscuridad emocional

La curiosidad nace del desconocimiento utilizando a la sorpresa como acicate. Miramos a nuestro alrededor única y exclusivamente cuando no sabemos lo que nos espera, porque cuando la creencia se instala en nosotros, entonces, lo demás deja de importar. Momento en que asimilamos creer con saber y, partir del cual, dejamos de prestar atención.

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101 Cuentos Zen

Una explicación extremadamente sencilla de lo que es el Zen seria la siguiente: forma de meditación que a partir de la propia toma de conciencia intenta conseguir armonizar el cuerpo y el espíritu. Siendo tremendamente simplistas, podríamos decir que la filosofía Zen busca centrar nuestra atención en lo verdaderamente importante, intentando dejar de lado todo aquello que no sólo no aporta, sino que nos impide focalizar nuestra atención o nuestros sentimientos haciéndonos perder nuestro equilibrio interior y exterior.

Solemos confundir, y aquí me incluyo, filosofía Zen con despego o ausencia de emociones, cuando en realidad esto no es del todo así. Un maestro Zen no creo que sea una persona insensible a lo que la rodea, sino que es alguien capaz de discernir lo que tiene valor de lo que no lo tiene o, capaz de desprenderse o dejar de lado aquello que resta valor, que, en vez de sumar, nos resta convirtiendo en tóxica nuestra existencia.

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Fluyendo voy…

04.Fluyendofluyendo vengo, y por el camino yo me entretengo… Y es que, parafraseando la famosa canción de Kiko Veneno, fluir tiene eso… que nos permite alejarnos de todo, volar y dejar de lado cualquier cosa que no sea aquello que nos está produciendo la emoción de “flow”.

Fluir es como dejar este mundo para quedar sumido en otro donde nada importa excepto continuar pugnando por conseguir el objetivo marcado, el cual, puede ser tan diverso como pintar, leer, hacer deporte e incluso trabajar. Y aunque bien es cierto que todo lo que tenga que ver con las capacidades artísticas, favorece en gran medida la aparición de la emoción, también lo permite practicar un deporte, quedarse atrapado por una buena novela, o en algunos casos, aquellos que como yo son afortunados, el trabajo. Sigue leyendo

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Regulación de las Emociones

01.Mestre, JL - Regulación de las emocionesNunca he creído demasiado en los test. Sé que son útiles, sobre todo en algunos tipos de diagnóstico psicológico y qué, aunque cada vez más a la baja, algunas empresas los utilizan para realizar procesos de selección de personal. Conozco, además, a bastantes profesionales que son fervientes defensores del uso de todo tipo de test, y aun reconociendo que sí ellos los utilizan, una razón habrá, yo sigo sin tenerlo nada claro. Más que nada, porque no es lo mismo afrontar una determinada situación, con la inmediatez del instante, los imponderables que las emociones suelen comportar, la importancia que suponga en ese momento para nosotros, con el aumento de ritmo cardiaco característico, los posibles pensamientos de huida, el sudor frío, el temblor a la hora de hablar o el impulso incontenible de salir corriendo, … que afrontar esa misma situación sentado en un pupitre pensando en cómo reaccionaría yo si una determinada situación tuviese lugar. Qué sencillo resulta regular las emociones cuando no estamos bajo su influjo, ¿verdad? Sigue leyendo

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Conciencia y Emociones. Humanos y Robots.

07.RobotEntendemos la conciencia como ese estado de vigilia o vigilancia que nos permite ser conscientes de quienes somos y lo que nos sucede. Son componentes esenciales de la conciencia la memoria, la atención y la capacidad de tener sensaciones.

Sin recuerdos, sin memoria, no podríamos tomar decisiones a partir de las experiencias vividas y ser más adaptativos. De hecho la memoria episódica (autobiográfica) es la base que conformaría la conciencia. Por otro lado, si no fuéramos capaces de focalizar nuestra atención, no podríamos discriminar aquel suceso susceptible de poner en peligro nuestra existencia. Y, por último pero no menos importante, sin los sentidos ¿quién transmitiría a nuestro cerebro la información de lo que sucede fuera? Sigue leyendo

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