Archivo de la etiqueta: vergüenza

The Moral Psychology of Amusement

Todos coincidiremos en que la diversión es una emoción que nos hace sentir bien. Cercana a la emoción de fluir, ambas se generan gracias al entretenimiento, la distracción que nos producen, diferenciándose ambas en cuanto a la presencia necesaria del sentido del humor y la risa en la primera. Ambas son fuentes de placer y bienestar, ambas focalizan nuestra atención en un presente absoluto libre de peligros, donde la necesidad de controlar el entorno y estar alerta son mínimas, consiguiendo incluso en el caso del fluir que casi desaparezcan.

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Llevarse las manos a la cabeza

Llevarse las manos a la cabeza es un gesto universal. Desmond Morris catalogó este gesto como una de las 12 expresiones más comunes para reaccionar al fracaso. Es la respuesta a un suceso, generalmente inesperado. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando sucede algo que nos sorprende, cuando entendemos que lo sucedido no debía haber acabado de esa manera, cuando algo muy negativo acontece. Es un gesto de incredulidad, incluso de escándalo por algo que ha ocurrido y creemos está fuera de lugar, incluso una manera de autoconsolarnos por el error cometido o la oportunidad perdida.

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Pena.

Sentimos pena cuando tomamos conciencia de que lo que hubo o tuvimos pasó y no volverá. En ese preciso instante. Ni mañana, ni ayer, ni pasado mañana. La pena es una emoción del ahora. De este preciso momento. Instantánea. Nos da pena que las cosas finalicen, aunque hayamos pasado (y sigamos haciéndolo) los últimos tiempos deseando que llegase el día en que acabasen. Saber que lo que hemos vivido, tenido, sentido, o lo que sea que haya sido, ya no se podrá volver a repetir nos produce cierto malestar, el cual es más o menos profundo en función del “valor” sentimental que otorguemos a aquello que se ha terminado.

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Cantar y cantar

Una investigación de Teppo Särkämö profesor de la Universidad de Helsinki ha demostrado aquello que, si tienes una edad o te gusta el cine español de los años 50 del siglo pasado (donde las personas que padecían de tartamudez lograban expresarse con cierta normalidad si en vez de hablar, cantaban), ya se sabía, es decir: cantar mejora el procesamiento del habla. En concreto que cantar mejora las funciones cerebrales en casos de afasia producidos por los distintos trastornos relacionados con el envejecimiento.

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El Tiempo Regalado

Podemos entender la espera de dos modos, pero teniendo en cuenta que cada uno de ellos nos configurará emocionalmente de manera drásticamente diferente. Por un lado tenemos la espera que nos ayuda a crecer, esa que necesita de su tiempo para que lo que tenga que ser madure, para así, hacernos conscientes de su importancia. Si todo fuese fácil y rápido, seguramente, casi nada tendría valor, y nosotros como seres emocionales que somos necesitamos que todo tenga su importancia para poder sentir. Nuestra existencia está compuesta, fundamentalmente, de momentos de espera. Son esos momentos, como hemos dicho, los que le dan sentido a la recompensa, los que configuran y determinan los momentos significativos de nuestro pasado y, por tanto, determinan como será nuestro futuro próximo. Entradas atrás hablamos del test de la golosina, y como la capacidad de retrasar el momento de la recompensa podía determinar el nivel de control emocional que ese niño tendría años adelante como adulto. En palabras de Andrea Kölher; los ineludibles momentos de espera nos permiten valorar nuestro pasado, pero también configurar el futuro. No hay crecimiento ni auténtico desarrollo sin espera, la recompensa exige siempre cierto retraso, la gratificación inmediata termina casi siempre por dejarnos insatisfechos.

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Miedo a perder

Los seres humanos estamos especialmente “programados” para que no aceptar la pérdida. El problema reside en que hemos convertido algo que en su principio era vital para nuestra supervivencia en una disfuncionalidad. Quizás el motivo resida en que nos molesta perder incluso cuando lo hacemos antes de haber tenido aquello que perdemos. No importa si la pérdida es real o imaginada. De hecho, la mera posibilidad (fantasía) de conseguir alguna cosa nos lleva al sentimiento de pérdida cuando finalmente no se consuma. Poco importan las probabilidades reales que teníamos de lograrlo (aunque a mayor convencimiento, también mayor es el malestar que sentimos), la pérdida de un presunto beneficio siempre acaba transformada en pérdida. De hecho, existen emociones que se han conformado a partir del miedo a perder como por ejemplo la vergüenza (miedo a perder frente a los demás esa imagen que pensamos que tienen de nosotros, aunque, en realidad, no sea así), la culpa (miedo de las consecuencias que comporta haber cometido un determinado error), los celos (miedo a perder, o quizás sería más correcto decir a que alguien nos arrebate, el amor de alguien a quien nosotros amamos).

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Vergüenza colectiva

Hay emociones como la vergüenza que, desgraciadamente y a pesar de ser eminentemente sociales, se dan más en lo que es la esfera personal e individual que en la general o colectiva. Sentimos vergüenza en aquellas ocasiones en las que creemos (sea dicha creencia cierta o simplemente fruto de nuestra imaginación) que hemos hecho alguna cosa que puede ser juzgada negativamente por los demás y, por consiguiente, erosionar esa imagen que cada uno de nosotros nos hemos creado y que tanto empeño ponemos en salvaguardar.

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¿Optimistas?

A estas alturas de la película, estoy convencido, de que todos somos conscientes que el objetivo, el motivo principal de la existencia de las emociones, es el de servir de sistema de alerta. Las emociones nos avisan de los cambios mediante alteraciones químicas (hormonas, principalmente) que afectan a nuestro sistema cognitivo y a nuestra fisiología condicionando no solamente nuestras conductas, sino que también nuestros pensamientos.

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Juez y parte


17.juezypartenuevoJuzgar a los demás es una de esas acciones que resulta casi imposible de evitar. Ves a una persona comportarse de una determinada manera y rápidamente estableces una conclusión que define y etiqueta su conducta. No importa si el resultado final de nuestra sentencia es aprobatorio, absolutorio o condenatorio, por el simple hecho de juzgar al otro o a nosotros mismos, siempre acabamos situados en una especie de pedestal en el que arbitrariamente nos hemos subido y que actúa como atrapa rayos, como un extraño imán cuyo único poder de atracción es el de acercarnos irremediablemente hacia el sufrimiento que conlleva la soberbia del que se cree juez y no es consciente que también es parte. Sigue leyendo

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El instante preciso

07.InstanteUn día las cosas deciden torcerse y a partir de ahí, por mucho que te empeñes en enderezarlas, lo único que consigues es torcerlas aún más. El recuerdo de aquel instante preciso en que todo empezó permanece grabado en mi memoria. Ese momento de no retorno en el que el mostrador de los sueños baja por primera y última vez la persiana provocando que la oscuridad difumine cualquier atisbo de color. Que inflexible, te dice que ya nada sería igual. Sigue leyendo

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