Archivo de la etiqueta: libertad

Vergüenza colectiva

Hay emociones como la vergüenza que, desgraciadamente y a pesar de ser eminentemente sociales, se dan más en lo que es la esfera personal e individual que en la general o colectiva. Sentimos vergüenza en aquellas ocasiones en las que creemos (sea dicha creencia cierta o simplemente fruto de nuestra imaginación) que hemos hecho alguna cosa que puede ser juzgada negativamente por los demás y, por consiguiente, erosionar esa imagen que cada uno de nosotros nos hemos creado y que tanto empeño ponemos en salvaguardar.

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Amor

43.Rovira Celma, Álex. AmorGeneralmente, cuando pensamos en la emoción del amor la solemos vincular al amor erótico o al amor filial. La responsabilidad que sea con el primero, probablemente sea de la literatura, el cine y demás medios de entretenimiento, ocio o comunicación. En cuanto al segundo, supongo que la vida misma. No creo que exista amor más fuerte que el de una madre hacia su hijo o hija. Incluidos aquellos tipos de amor donde la pasión es la que lleva la voz cantante. Porque, aun existiendo excepciones, nada une más que los lazos madre hijo. Sin embargo, existen más tipos de amor. Muchos más. Algunos tan íntimos que incluso no suelen considerados, otros tan supeditados a la posesión que llegan a producir rechazo social, pero todos ellos, si los miramos detenidamente, podremos concluir que son también amor. Sigue leyendo

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Líneas

32.Lineas.pngNos gustan las líneas. Nada nos produce mayor bienestar que seguirlas. Es ver una línea y no podemos evitarlo… algo nos empuja, obligándonos casi a recorrerla, incluso en ocasiones a contra piel, sin que importe en realidad lo que ello finalmente comporte. Por qué estoy por asegurar que llegamos a este mundo previamente configurados para seguirlas, para buscarlas, para crearlas. Quizás sea porque casi todo en nuestra vida se compone de líneas que recorrer: sendas, caminos, carreteras, incluso los pasillos de casa son líneas. Y si no existen, nos las inventamos, y claro está, las conservamos. Necesitamos tener una a nuestros pies para podernos mover. En caso contrario todo se vuelve más difícil, mucho más insatisfactorio, incluso a veces hasta doloroso. Sin línea no parece haber futuro. Por eso necesitamos saber que mañana continuará estando. Que seguirá indicándonos el camino a seguir y de este modo no empezar a inquietarnos innecesariamente por la posibilidad de habernos perdido. Sigue leyendo

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Noventa segundos

30.90Segundos.pngApenas minuto y medio después de nuestro nacimiento, acontece por defecto el de nuestro asesino emocional. Ese, quien a diferencia de nosotros, no tiene ni nombre ni cuerpo que lo defina, aunque sí una función muy concreta: eliminar cada una de nuestras emociones e impedir así que éstas puedan permanecer con nosotros. Todos poseemos uno. Propio y exclusivo pero tan parecido al de los demás que sólo de pensarlo produce escalofríos. Sigue leyendo

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Máquina de la Felicidad

07.MaquinaFelicidad.pngHace unos meses me encontré la noticia de que unos médicos en China habían instalado unos electrodos en el cerebro de un paciente con el objetivo de tratar su adicción a las metanfetaminas. Por lo visto, aunque sería quizás más preciso decir, leído, lo que han hecho ha sido instalar dos electrodos con el objeto de estimular ciertas áreas del tronco del encéfalo y del núcleo Acumbens, y así controlar el modo como se segrega la dopamina y así poder decir cuáles serán las emociones que sentirá el paciente.  De hecho, es mediante el uso de una tableta, como los médicos controlan el estado emocional de la persona, pudiendo así cambiar la asociación del placer y el dolor en relación a los efectos de la metanfetamina, o incluso de adicciones como el juego. Sigue leyendo

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La culpa

18.CulpaEmoción social por antonomasia. La interiorización de las normas sociales y el hecho de querer quebrantarlas produce, en condiciones normales, la aparición de la emoción de la culpa. Sí, he dicho “querer”, y este posiblemente es un matiz importante que nos ayudará a entender la emoción. Y es que no hace falta cometer la infracción para sentirnos culpables. En muchas ocasiones es suficiente desear hacerlo y no atrevernos. Quizás por esto, tanto Tenhouten como Plutchik coinciden en descomponer la culpa en miedo más alegría. Sigue leyendo

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Triste libertad

52.TristeLibertadDurante tres años que llevo reflexionando sobre emociones pocas han sido las ocasiones en las que me he dejado llevar por la actualidad a la hora de escribir una entrada. En realidad creo que sólo lo he hecho una vez. Hoy será la segunda.

Creo profundamente que todos tenemos derecho a expresar nuestros sentimientos y en la necesidad de expresar cómo nos sentimos. Sólo así los demás tendrán oportunidad de entender nuestras conductas. Pero sentirse de una determinada manera no da derecho a nadie a conducirse sin respetar los sentimientos de los demás. Cada uno de nosotros tenemos nuestra particular visión del mundo que nos envuelve, y con independencia de las influencias que la han configurado, para convivir es imprescindible hacer uso de la empatía. Sin ponernos en el lugar del otro nuestras emociones, nuestros sentimientos dejan de ser aceptables. Por mucha verdad que sintamos, nada nos legitima para reprimir los sentimientos de los demás. De hecho cohibir y castigar los sentimientos del otro por la simple razón de que éstos no se adaptan a los nuestros, únicamente sirve para favorecer que en un futuro alguien pueda hacer lo mismo con nosotros.

Ser libre no significa poder hacer lo que uno quiere. Creer tener razón no nos da derecho castigar a todo aquel que piense diferente a nosotros. Nuestra libertad deja de ser tal cuando hace imposible la libertad de los demás y si queremos crear y  vivir en un mundo libre no nos queda otra que aceptar que nuestros sentimientos no tienen por qué ser compartidos por los demás. Por qué no compartir no significa no aceptar. Podemos sentir diferente pero no dejar de olvidar que compartimos los mismos sentimientos. Afortunadamente la mayoría tenemos la capacidad de sentir alegría, miedo, tristeza, ira o esperanza siendo las excepciones aquellos casos donde acontecen determinadas patologías y sólo unos pocos se muestran insensibles al dolor de los demás. Es nuestra capacidad de empatizar con el dolor o la alegría del otro lo que nos humaniza. Lo contrario simplemente nos aliena. Nos excluye.

Siempre he creído en el amor como la única argamasa que permite que las diferencias puedan convivir. Sin amor una madre se desentendería de su bebe tras varios días sin poder dormir. Sin amor seríamos incapaces de compartir las lágrimas de un amigo. Sin amor emociones como el altruismo, la esperanza y la felicidad serían imposibles, y sin ellas, sin ellas también lo sería la humanidad. Quizás por todo ello llevo triste desde el pasado fin de semana. No es sólo por contemplar como aquellos que tienen el poder lo usan para imponer su razón quitándosela a los que no lo tienen mediante la violencia.  Tampoco por la manera se ha utilizado el miedo para evitar que los que piensan diferente hagan uso de su libertad. Resulta imposible poder expresar lo que sentimos si el miedo nos atenaza. Ni tan siquiera por la enorme vergüenza que supone comprobar las conductas de aquellos que pensabas eran tus amigos, tus hermanos, tus iguales. Me siento triste porque nuevamente he sido espectador de cómo hemos perdido la oportunidad de entendernos, de aceptarnos y cómo con dicha pérdida hemos puesto un nuevo ladrillo a ese muro invisible pero no por ello menos presente que desde hace un tiempo se levanta entre nosotros separándonos. Estoy triste por una nueva oportunidad perdida para haber hablado de lo cómo nos sentimos y ahora sólo me queda esperar a que no haya sido la última.

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