La búsqueda de la felicidad es algo así como la de aquellos antiguos conquistadores que ansiaban el Dorado, o aquellos otros que buscaban el arca de la alianza o el Santo Grial. O quizás todos ellos a la vez. Porque la felicidad no es más que una quimera todavía más difícil de lograr. Seguramente porque nos hemos empeñado en que nuestras vidas deben ser felices en su totalidad, lo cual directamente nos ha llevado a ser incapaces de soportar el más mínimo inconveniente que lo dificulte. A la que algo se tuerce… Así hemos obviado que, en realidad, resulta totalmente imposible estar siempre en “estado de felicidad”. Sería como permanecer estancados en un eterno limbo, por lo que, al final, más que un sentimiento placentero, acabaríamos por sentir uno más cercano al de la claustrofobia (o eso me parece a mí).