La emoción de la aceptación es para mí algo así como el Santo Grial: siempre que la encuentro, instantáneamente, todo vuele a recuperar la homeostasis perdida. El problema es que no resulta fácil conseguirlo. No siempre sabemos asumir que las cosas son como son y no como deseamos que sean. Y es aquí donde los distintos tipos de frustración consiguen hacernos perder el equilibrio y que las cosas comiencen a complicarse.
Sabemos que no existe una única realidad. En consecuencia, esa que pensamos que es, que hemos hecho nuestra, en realidad no es una más de entre el infinito abanico de posibilidades (tantas como personas existen). La realidad en el fondo es una mentira. No existe una realidad tal. Existen tan solo nuestras vivencias, las cuales necesitamos como estamos de darles sentido, acabamos por conformarlas en significado y, en consecuencia, las convertimos en realidad.