Tener un pensamiento triste en un contexto de alegría es algo así como descubrir un rosal en medio del desierto. De tan inusual resulta hasta hermoso. En cambio, ese mismo rosal, en un escenario de tristeza, se torna afiladas espinas que se clavan inmisericordes en nuestro corazón. Un pensamiento triste seguido de otros de igual índole acaba por conformar un estado de ánimo denominado tristeza, que si se instala definitivamente acaba dando pie a la depresión. Sigue leyendo