Pataleta

Contemplar una pataleta suele producir principalmente dos tipos de reacciones: Por un lado cierta incomodidad. A nadie le gusta ver como un padre o una madre acaban perdiendo (con mayor o menor intensidad) los nervios. Y es que cuando una criatura se cierra en banda, cuando no es capaz de asumir que no podrá salirse con la suya, su comportamiento suele parecerse más al de una mula de la que por mucho que te empeñes en tirar, se niega a dar un paso más. No importa si intentas razonar, si negocias una solución más o menos “amistosa”, o te lías a gritos con la criatura.

Emociones primigenias

Que las emociones forman parte de nosotros desde el principio de la humanidad, es algo de lo que nadie duda dentro de la comunidad científica. Sabemos que existen para ayudarnos a asegurar nuestra supervivencia. Aquellas emociones que se mostraron exitosas en su cometido, salvarnos la vida, se fueron transmitiendo de generación en generación, siendo las mismas en la actualidad que en los albores de los tiempos.

Sin embargo, aquellas emociones que entonces eran tan eficaces, lentamente, según se han ido produciendo los cambios sociales, han ido perdiendo parte de su funcionalidad, e incluso algunas han acabado provocando más problemas que beneficio.