Cada vez encuentro más cosas relativas al funcionamiento de nuestro cerebro que me fascinan. Sin darnos cuenta, estamos atravesando el umbral que nos ha de llevar a un tiempo nuevo en el que el conocimiento que tengamos en relación a cómo funcionamos, de qué manera se configura aquello que somos, fuimos y seremos, estará mucho más accesible, con las posibilidades y peligros que ello conlleva.
Hasta hace poco siempre pensé, o al menos eso me enseñaron los libros que leí y los maestros que tuve, que somos lo que somos en función de nuestras vivencias, de los “impactos” que estas acaban teniendo sobre nosotros a modo de emociones. Recuerdos, conductas, aprendizaje, conforman un trío que permiten configurar nuestro yo y lanzarlo en pos del futuro para convertirse en un nuevo yo pero a la vez igual, que de nuevo vuelva a dar un salto para impulsarse al nuevo futuro que le espera. Y de repente, resulta que la cosa no era precisamente así, sino al contrario. Sigue leyendo