¿Cuánto te ríes?

44.RisaSi hay una expresión humana universal, esa es la risa. Aunque cada persona ría a su manera, con su sonido característico, su articulación, su sincopado… de lo que no me cabe duda, es que la risa conforma una de las señas de identidad del ser humano como tal.

En los últimos tiempos, para bien o para mal, se ha hablado mucho de las propiedades terapéuticas de la risa. Algunos ejemplos son las investigaciones referidas por Seligman, donde a partir de las fotografías de un anuario de alumnos de 1920 pudieron inferir quienes habían tenido una vida feliz y quienes no a partir de la forma de sonreír en la foto. O prácticas como la risoterapia, que se ha convertido en una buena estrategia para aquellos que quieren levantar su ánimo y sentirse mejor. Y es que, cuando reímos, lo hagamos con sinceridad, es decir realmente porque algo nos divierte, o lo hagamos para cumplir el expediente, quedar bien con alguien o simplemente no desentonar, la risa produce efectos similares: nos hace sentir bien, nos provoca bienestar.

De todas maneras, tampoco tenemos que exagerar, como escribe Barbara Ehrenreich en su libro “Sonrie o Muere”, la obligación de sonreír, de que pase lo que pase debamos mostrar la mejor de nuestras caras, aunque por dentro nos estemos muriendo, acaba representando un esfuerzo ímprobo que nos desgasta y nos debilita aún más. No basta con tener cáncer, además tienes que sonreír bajo la “amenaza” de que en caso contrario no te curarás y harás sentir mal a los que te rodean. Resulta triste que tengamos que sonreír para así no alterar el frágil equilibrio emocional de los que nos rodean, ¿verdad?

Independientemente de lo anterior, lo que queda claro es que si miramos a una persona a la cara, no nos resulta difícil determinar si es de las que se ríe habitualmente o en cambio es de aquellas que conforma el gran pelotón que lo hace de forma esporádica. Y es que la risa produce ciertas arrugas inconfundibles (y que algunos con el afán de mantener una cara impoluta y libre de cualquier signo de paso del tiempo intentan evitar dejando de reír o inyectándose botox). De hecho yo me miro al espejo de vez en cuando preocupado por todo lo contrario. Y es que tengo la sensación de que como muchos (no hay más que mirar por la calle, en el metro, en la cola del cine, etc.) no me rio lo suficiente. O al menos no lo hago como lo hacía antes. Y es que las preocupaciones, el día a día, la época que nos está tocando vivir (poco propicia a la risa y más a la ira y al llanto) tampoco ayuda. Incluso en la tele, antaño repleta de humoristas, hoy no solamente hay pocos, sino que lo que abundan son “realitys” de esos que más que a la risa llevan a la depresión, todo gritos, todo problemas, todo reproches, todo críticas, todo maldad en definitiva.

Por esa razón, de tanto en tanto suelo hacerme una sencilla pregunta: “¿Te acuerdas de la última vez que te reíste?”, Y para responder “sí” no basta con una breve risa por un comentario casual, sino que me obligo a recordar una risa de verdad, vamos una “casi carcajada”. Y de esas, tengo que reconocer, que no suelto muchas últimamente. Y por esa razón quiero reivindicar la necesidad que todos tenemos de volver a reír. Si no hay risa no hay bienestar. Sin risa no puede haber felicidad. Por tanto, si queremos que, aunque sea solamente de vez en cuando, sentirnos bien, sentirnos felices, debemos empezar a sonreír ya.

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