Mentira

18-mentiraCharles Honts, profesor de psicología en la Universidad del Estado Boise (Idaho) afirma que las personas mentimos el 25% de las veces que interactuamos con los demás. Es decir, que 1 de cada 4 cosas que decimos son mentira, lo cual hace bastante evidente que hay algo en los humanos que nos empuja a mentir. Necesitamos mentir para asegurar esa autoimagen y autoconcepto que nosotros mismos hemos ido fabricando a partir de nuestro diálogo interior. Nos disgusta ser conscientes de que en realidad no tenemos mucho que ver con ese ideal afanosamente construido y preferimos mentir, construir una realidad alternativa, falsa y cómoda a la vez, irreal pero placentera.

Es posible que tu lector no acabes de creerte lo anterior, que pienses que no todo el mundo miente, que también existen personas honestas, personas que anteponen la sinceridad y la confianza a su propio placer. Es posible. Sin embargo, tampoco resulta fácil de saber cuántas de las cosas que creemos de nosotros mismos son verdad y cuántas no son más que construcciones fruto de nuestras fantasías y deseos. Y es que si repetimos una mentira muchas veces, al final acaba convirtiéndose en verdad. O sencillamente, nos resulta imposible diferenciarla de lo que realmente fue verdad. Por tanto, resulta complicado concluir si mentimos más o mentimos menos, pero lo cierto es que tenemos que reconocer que probablemente mentimos mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir.

La mentir suele conducir a la pérdida de confianza. Cuando descubrimos que alguien nos ha mentido, tanto da si la mentira era piadosa o en busca de un beneficio, algo se rompe y a partir de ese momento nos resulta casi imposible volver a confiar en esa persona. Por mucho que queramos, algo en nuestro interior nos recuerda eternamente que en una ocasión esa persona fue deshonesta para con nosotros, y entonces… la desconfianza hace el resto. Si una vez lo fue… quien me dice a mí que no lo volverá a ser. Imposible de juntar las piezas. Una vez roto, roto para siempre.

Según distintas investigaciones, la capacidad de mentir está en relación al tamaño del cerebro. A mayor tamaño, mayor capacidad para mentir. No sé si los elefantes o los delfines son o no muy mentirosos, pero sí que los humanos lo somos bastante. Dicen que eso es debido a causas adaptativas. En la prehistoria necesitábamos saber esconder nuestra comida si queríamos supervivir. Aunque a mí me suena más a egoísmo. Escondo la comida para no compartir. También existen teorías que explican que la mentira nos ayuda en la construcción de nuestra mente. Que sin la mentira seriamos incapaces de imaginar lo que piensan los demás. Quizás esto también explica el daño que la vergüenza y la culpa disfuncionales suelen producir. La mayoría de nosotros mentir nos acaba produciendo dolor, malestar en forma de culpa, que en ocasiones nos llevan a tener que confesar nuestra falta para poder recuperar la felicidad. No hay nada peor que los remordimientos, ¿verdad?

Afortunadamente para todos nosotros, mentirosos de pro, con la práctica la culpa se desvanece. Quizás por eso una vez que empezamos a mentir, según seguimos haciéndolo, cada vez más no resulta más fácil… pero, ¿de verdad he dicho afortunadamente? Hay que ver en lo que me he convertido… ¿será todo fruto de mi capacidad de adaptación? Lo dudo.

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