Ambivalencia

43.AmbivalenciaLa ambivalencia según Tenhouten está compuesta de aceptación y de asco, y tiene lugar cuando algo, cuando una situación, un pensamiento o una acción, nos produce al mismo tiempo rechazo y aceptación. Nos gusta y nos disgusta a la vez. Queremos y no queremos. Eterno dilema que nos lleva a una situación de bloqueo, de “stand by”, donde todo se detiene. Donde no hay dolor ni tampoco placer. Solamente incertidumbre e indecisión, pero sin la presencia del miedo. Nada parece interponerse en nuestro camino, pero nos sentimos incómodos al no poder continuar, llegar a una conclusión, a un final. Como si estuviésemos a mitad de un túnel infinito en el que ya no se puede ver la luz del principio ni tampoco la del final y por tanto somos incapaces de decidir hacia qué dirección caminar.

La ambivalencia es una emoción curiosa. Si pensamos en las cuatro conductas que suelen provocar las emociones: huida, lucha, bloqueo e inhibición, en el caso de la ambivalencia seguramente hablaríamos de bloqueo. Cómo cuando dos personas igual de fuertes tiran de ambos extremos de una cuerda. Lo que me lleva hacia un lado pesa tanto como lo que me lleva hacia el otro y por tanto permanezco eternamente detenido. Sin posibilidad de avance. Sin temor a retroceder. Pero sin equilibrio, sin neutralidad emocional.

En la emoción de la ambivalencia la duración es importantísima. Las personas, ante situaciones que nos producen ambivalencia mayoritariamente solemos sentir cierto displacer, cierta desazón, un “algo” desagradable que nos incomoda, que va aumentando en cuanto intensidad a cada instante de más que acontece. Cómo si el hecho de no poder avanzar, de no poder librarnos de aquello que nos bloquea fuese lentamente erosionándonos, desgastándonos a cada segundo de inmovilidad, haciendo aparecer en nosotros el deseo de poder pasar página de una vez, de volver a la normalidad, al acepto-rechazo habitual al que estamos tan acostumbrados y que nos permite continuar con nuestra rutinaria existencia sin apenas pensar, creyendo que avanzamos, cuando en realidad no sabemos hacia dónde vamos…

La ambivalencia es una ruptura en cuanto al tiempo y su monótono transitar. Estamos tan acostumbrados a sentir que vamos hacia algún lado que cuando la ambivalencia nos detiene, cuando sentimos que somos incapaces de avanzar sin que en realidad haya un obstáculo que nos lo impida, sino simplemente una indecisión, nos sentimos desorientados. Queremos y no queremos librarnos de aquello que nos produce la ambivalencia. Lo soltamos, lo dejamos atrás, para a los pocos pasos retroceder y volverlo a recoger. Eterna indecisión. Detención absoluta. Disconfort incapacitante por no estar habituados a que algo nos produzca deseo y rechazo a la vez. Necesitamos poder elegir, atesorar o desprendernos de cualquier situación que nos pueda acontecer. El sempiterno usar y tirar llevado al mundo de los sentimientos. Si no me aporta placer lo abandono. Si me lo aporta lo almaceno y lo llevo conmigo protegiéndolo de todo y de todos. ¿Pero qué ocurre cuando quiero desprenderme y conservar algo al mismo tiempo? Sencillo: que aparece el sufrimiento que produce no poder elegir, no tener capacidad de elección, que causa el bloqueo, la oscuridad, el carecer de un motivo por el cual continuar… y a nadie le gusta sufrir, ende, tampoco a nadie le gustan las situaciones ambivalentes. Todos preferimos continuar, vayamos hacia algún lugar o no.

Etiquetado , , , , , ,

Deja un comentario