Amor

43.Rovira Celma, Álex. AmorGeneralmente, cuando pensamos en la emoción del amor la solemos vincular al amor erótico o al amor filial. La responsabilidad que sea con el primero, probablemente sea de la literatura, el cine y demás medios de entretenimiento, ocio o comunicación. En cuanto al segundo, supongo que la vida misma. No creo que exista amor más fuerte que el de una madre hacia su hijo o hija. Incluidos aquellos tipos de amor donde la pasión es la que lleva la voz cantante. Porque, aun existiendo excepciones, nada une más que los lazos madre hijo. Sin embargo, existen más tipos de amor. Muchos más. Algunos tan íntimos que incluso no suelen considerados, otros tan supeditados a la posesión que llegan a producir rechazo social, pero todos ellos, si los miramos detenidamente, podremos concluir que son también amor.

Amor es desear lo mejor para aquello o aquel que se ama. Aunque eso que consideremos mejor no sea nuestra presencia junto a él. El amor es anteponer al otro antes que a mí, ser capaz de dejar a un lado todo aquello que tiene que ver con nuestro ego, con nuestras necesidades, para transformar las del amado en propias. Pero no nos equivoquemos. Amar no consiste en renunciar al propio yo. Amar no es auto-anularse de la ecuación de la vida, cambiando la variable propia por otra de ajena. Amar es desear y procurar bienestar al otro. Sin intereses espurios de por medio. El altruismo es amor. También la diversión, la inspiración, la gratitud y la esperanza. Todas ellas configuran el sentimiento de amor, fortaleciéndolo. Sin importar si se trata de una persona o un objeto. Sentir amor es centrar nuestra mirada, nuestros pensamientos en el objeto de nuestro amor, sea este un sello o mi hija de tres años. Y nadie tiene derecho, ni capacidad, para juzgar si ese amor es lícito o no. Mientras sea sincero, mientras no comporte dolor o sufrimiento a quien lo siente o al que lo recibe, todo va bien. Porque el dolor y el sufrimientos son ambos elementos estos antagónicos del amor. El amor siempre debería ser bienestar, no todo lo contario.

Huye de ese amor cuando no sea así. Porque el amor hecho conducta suele ser una caricia, la cual siempre es portadora de bienestar. Si duele, es que es un golpe, no una caricia. Por eso no debemos de caer en la trampa de llamar amor a aquello que en realidad es todo lo contrario. El amor no ata, libera. El amor  no coarta, permite. El amor no es obligación, sino deseo de llevar a cabo por el simple hecho de hacerlo. Sin nada más. Sin nada menos. El problema está en que todos nosotros necesitamos de las caricias. No podemos vivir sin sentirnos acariciados. Aunque ésta no sea más que un roce, una mirada o una palabra de aliento. Nuestra autoestima depende de ellas. De ahí que, en muchas ocasiones, cuando no recibimos caricias positivas, de reconocimiento por parte de aquellos que nos importan, aceptemos sus golpes. Todo vale cuando estamos instalados en el desierto emocional que implica sentirse no amado. Y es que, probablemente, no existe dolor más intenso que aquel que produce en no saberse amado. De igual manera que el amor hace aflorar todo lo bueno de las personas, su ausencia produce lo contrario, propiciando con su falta la presencia del odio, la culpa, la vergüenza, la envidia y un largo etcétera de sentimientos que, mal usados, sólo comportan malestar a quien los siente y a aquellos que lo rodean. Y aunque tengo claro que nadie nos puede hacer felices excepto nosotros mismos, también sé que a nadie le amarga un buen dulce en forma de amor.

Rovira Celma, Álex. Amor. Columna Edicions. 2019.

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