Forjadores de oportunidades

La otra noche me volvió a pasar. Estaba en una de esas cenas donde tanto tú como el resto no conoce a más persona que aquella que ha congregado a todos cuando, entre charla y charla, me topé con uno de esos seres que ha nacido para hacer de “conector entre personas”. Intentaré explicarme… Si hiciésemos una clasificación según la manera cómo nos relacionamos con los demás, encontraríamos, al menos, cuatro tipos de personas. Por un lado, estarían las personas que huyen de toda interrelación social. Introvertidos, los solemos denominar.

Después, aquellas otras que sí se relacionan, pero que carecen de suficientes “herramientas” sociales como para lograr una comunicación optima y, generalmente, suelen tener problemas a la hora de lograr una interacción plenamente satisfactoria. Simplemente se relacionan, pero qué, para lograr a un grado de relación más “intensa” u “óptima”, requieren de tiempo, de confianza y conocimiento con quienes se relacionan. Luego encontraríamos a las que sí que tienen competencias suficientes para relacionarse. Extrovertidos se les suele denominar (aunque ésta, como sucedía en el caso anterior con los introvertidos es una etiqueta tan extensiva, que acepto que pueda ser ampliamente discutible). Finalmente encontraríamos a aquellas personas qué, no solamente saben comunicarse con los demás, qué poseen un abanico de herramientas espectacular, sino que, además, utilizan cualquier interacción, por mínima, intrascendente y puntual que sea, para hacer “conexión”, es decir, para facilitar la comunicación con otras personas independientemente de si éstas están o no presentes en ese momento. Son forjadores de oportunidades sociales, líderes comunicacionales (aunque después no acaben ejerciendo este rol de manera formal), sin los que, estoy plenamente convencido, muchos aspectos que resultan fundamentales para nuestro grupo social (cultural incluso) de cara a garantizar un buen funcionamiento adaptativamente hablando no se darían. Muchos emprendedores y políticos (los de verdad, no esos otros que suelen proliferar y que solamente están para servirse y no para servir) formarían parte de esta cuarta categoría.

Sinceramente, cada vez que tengo la fortuna de “tropezarme” con una de estas personas siento una profunda admiración por la manera como utilizan su don. Porque estoy convencido de que su habilidad es un don. Es decir, es algo que poseen sin haberlo aprendido, que les viene dado. No sé de qué manera, ni porqué razón, pero estas personas son capaces de hacernos sentir mejor a los demás simplemente sabiéndonos escuchar. Porque es una de las cosas que primero sientes cuando hablas con ellas: que te escuchan. Y no solamente nos hacen sentir importantes o comprendidos. No, la cosa no se queda en una cuestión meramente individual. Además, son capaces de recordar la situación de otras personas que han conocido con anterioridad, saber de sus circunstancias y necesidades, y poseer la habilidad y determinación de “conectarlas”, de favorecer que se conozcan entre sí, permitiéndoles así que puedan crecer de una manera que no sería posible sin su intervención. Son seres capaces de crear un nuevo escenario donde todos los demás mejoramos espectacularmente nuestras oportunidades de “adaptación” (léase en el contexto que se desee, empresarial, personal, intelectual, etc.), cosa que seguramente no sucedería sin su intervención. 

Es por todo ello que, para mí, estas personas son en sí un tesoro difícilmente de encontrar, por lo que, llamadme “egoísta”, pero cada vez que me encuentro con alguna, intento por todos los medios continuar relacionándome con ella. Y ya no solamente por mí, también por todos aquellos que me rodean o que en el futuro lo harán.

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