Generalmente, siempre que se realiza una violación de las normas grupales o se quebranta un derecho individual, son cuatro las emociones que suelen surgir: el desprecio, la ira, la soberbia y la repugnancia. Sobre la aparición de la ira poco hay que decir: surge como componente vigorizante que permita a la persona afrontar mejor la situación que siente como injusta e, incluso, llegar a intimidar al “agresor” para que, o bien deponga su conducta, o bien se lo piense mejor la próxima ocasión en la que piense actuar de manera similar. En realidad, solamente cuando sentimos que hemos resultado perjudicados debido a la acción de otra persona es cuando aparece la ira. Si lo que produce el perjuicio es el carácter, la personalidad (es decir, la esencia) del otro, entonces, lo que acontece es el desprecio.