Sabemos de la influencia de las emociones en nuestra memoria y de cómo éstas hacen posible que en función del estado emocional en que nos encontremos seamos capaces de recuperar determinados recuerdos. Que en realidad las emociones actúan como una especie de máquina del tiempo, que basta con abrir el tarro del café, que suene una determinada melodía, o que anuncien en la tele aquella película que tanto le encantaba, para que se nos vuelvan presente personas y situaciones perdidas en el tiempo. Sigue leyendo