La “Habitación de la ira” es un servicio que algunas empresas ofrecen a aquellas personas que necesitan descargar su frustración rompiendo todo tipo de cosas. La idea consiste en sí, una persona necesita descargar su ira, en lugar de hacerlo en su entorno habitual y provocar daños a sí misma o a terceros, lo haga en un entorno predispuesto para tal fin. Basta con pagar más o menos en función del número de objeto que desees destrozar, una barra de hierro, y comenzar a dar golpes hasta quedar agotado o agotada. Así de simple y así de terrible. Soy consciente de que todos, en un momento u otro de nuestras vidas, hemos tenido arrebatos de ira, hemos pegado un puñetazo, hemos tirado un plato contra el suelo, o cualquier gesto por el estilo, con el objetivo de dejar salir esa rabia en forma de energía incontenible que nos quemaba por dentro. Sé positivamente que, una vez hecho, instantáneamente solemos sentirnos mejor. Pero, a fe de ser sincero, me cuesta comprender la necesidad de romper, de destrozar, y asociarla con un sentimiento de bienestar. Cierto que, una vez descargada nuestra frustración, nuestro sistema emocional responde haciéndonos sentir bienestar para avisarnos de que el peligro de mantener demasiado tiempo la ira retenida ha pasado. Pero de ahí a que nos cuente tanto gestionar nuestra ira que necesitemos imperiosamente hacer uso de una “habitación de la ira” … la verdad es que indica que algo en nuestra sociedad no va bien.