Toda nuestra existencia consiste en una incesante lucha contra el miedo. No importa lo valientes que nos consideremos o que realmente seamos, la negociación es continua e incesante. Cada una de nuestras decisiones, desde la más insignificante a la más determinante, tanto las conscientes como las inconscientes, surge tras una ardua negociación entre lo que nos atrevemos y lo que no nos atrevemos a hacer. Entre lo que sentimos somos capaces de abordar, lo que no lo sentimos pero lo llevamos a cabo con más o menos esfuerzo, lo que no consideramos como temor pero que algo nos impide afrontar y por supuesto, aquello que sentimos y sabemos que jamás podremos mirar frente a frente. Y será en función de los acuerdos, a modo de tregua, que logremos pactar con nuestros miedos, la relación que establecemos no sólo con nuestro entorno, sino fundamentalmente con nosotros mismos. Sigue leyendo