¿Se pueden justificar determinadas acciones “irracionales” aludiendo a que fueron realizadas bajo un secuestro emocional? Judicialmente, muchas veces funciona. Socialmente, a veces, también. Moralmente… en ocasiones contadas.
Hasta hace bastante poco, el mundo científico y filosófico contemplaba las emociones (pasiones) como la antítesis a la racionalidad. Muchos, incluso, se atrevían a decir que lo que determinaba al ser humano era su racionalidad, su capacidad de sustraerse al poder de las emociones y actuar únicamente bajo los dictados de lo “cerebral”. Las emociones, los sentimientos y las pasiones eran territorio exclusivo de artistas. Pintores, escritores, actores y cantantes parecía tener exclusividad en cuanto a todo aquello referido a las expresiones. De hecho, incluso hoy día, si queremos encontrar buenas descripciones de emociones nos tenemos que ir a la literatura, la pintura, el teatro y la música. Leyendo el último libro de Oliver Sacks, este nos emplazaba a rebuscar entre las descripciones y tratados médicos del siglo XIX para hallar definiciones y descripciones precisas del funcionamiento de la mayoría de las emociones (y patologías).