Fluyendo voy…

04.Fluyendofluyendo vengo, y por el camino yo me entretengo… Y es que, parafraseando la famosa canción de Kiko Veneno, fluir tiene eso… que nos permite alejarnos de todo, volar y dejar de lado cualquier cosa que no sea aquello que nos está produciendo la emoción de “flow”.

Fluir es como dejar este mundo para quedar sumido en otro donde nada importa excepto continuar pugnando por conseguir el objetivo marcado, el cual, puede ser tan diverso como pintar, leer, hacer deporte e incluso trabajar. Y aunque bien es cierto que todo lo que tenga que ver con las capacidades artísticas, favorece en gran medida la aparición de la emoción, también lo permite practicar un deporte, quedarse atrapado por una buena novela, o en algunos casos, aquellos que como yo son afortunados, el trabajo.

La emoción de flujo (“Flow”) nos centra. Focaliza nuestra concentración. Hace que volquemos toda nuestra atención en una tarea concreta. Nos obliga a poner en juego todas nuestras capacidades y según lo vamos haciendo, éstas, de manera que no sabría cómo calificar ni determinar, van creciendo, haciéndonos más capaces, como si de un partido de tenis se tratase, en el que al enfrentarnos con un rival algo mejor que nosotros, sin saber cómo, lo damos todo y acabamos poniendo los cinco sentidos con objeto de intentar derrotarlo.

Visto así, incluso podríamos decir que existe un paralelismo entre la emoción del “flow” y la meditación (o en su defecto su prima hermana, en estos días mucho más famosa, el “mindfulness”. Sí, soy consciente de que mi anterior aseveración puede provocar mucha controversia. Acepto todas las opiniones al respecto. Sin embargo… bajo mi humilde punto de vista existen similitudes que no podemos obviar, como por ejemplo que tanto una como otra nos sumen en el aquí y ahora. Ambas consiguen que el tiempo no exista, que parezca que se ha detenido y que nos encontramos sumidos en una especie de limbo, en un espacio no temporal, un eterno presente, donde cualquier sensación parece desaparecer, haciendo que el resto del mundo se desvanezca. Bien, de acuerdo… el camino es completamente distinto. De hecho a primera vista poco tienen que ver “flow” y “mindfulness”. Casi podríamos decir que son antagónicos, contrarios. Mientras que el “flow” consiste en practicar una conducta activa, estamos enfrascados en una actividad que requiere de nosotros toda nuestra concentración, obligando a nuestra conciencia a centrarse en un punto y olvidarse de todo lo demás; el “mindfulness” o la meditación (tómese esa “o” no como igualadora si no como categoría similar) lo logra mediante la inactividad. Nos quedamos quietos, relajados, concentrados en nuestra propia respiración (o lo que vendría a ser casi lo mismo: no concentrados en nada) para así focalizar nuestra atención logrando no sólo detener el tiempo, también nuestros pensamientos. Son contrarios e iguales al mismo tiempo. Contrarios por el modo, iguales por el qué, es decir porque ambas consiguen algo casi imposible de lograr cuando se busca: la felicidad. Cuando estamos bajo el influjo de la emoción del “flow” y cuando meditamos, somos felices. Esa sensación de bienestar tan difícil de expresar y a la vez inconfundible, se instala en nuestro interior y aunque no nos provoque una sensación  de placer inconfundible, sí que nos torna en un estado difícil de calificar que nos acerca a la felicidad. Bueno, en realidad, no sólo nos acerca, en mi opinión, nos zambulle en eso que tanto ansiamos: estar a gusto, sentirnos bien, ser felices.

Etiquetado , , , , , ,

Deja un comentario