Últimamente, hable con quién hable, el que más o el que menos, acaba refiriéndose a lo dificultoso que resulta mantener la atención y no acabar saltando descontroladamente de un estímulo a otro. Vivimos en un momento donde se han juntado el hambre con las ganas de comer. La mayoría de nosotros provenimos de un mundo donde estar atento resultaba fundamental para no perder oportunidades. Hemos sido educados, y hemos educado, en la importancia de estar atentos. Hasta aquí correcto. El problema subyace cuando la cantidad de estímulos existentes sobrepasa por mucho las posibilidades de cada uno de nosotros, por lo que acabamos tan desbordados como si intentásemos atrapar el aire con las manos. Por mucho empeño que pongamos, el resultado final no es sino acabar frustrados.