Sueños de continuar

51.Sueños.pngNestor todavía no sabe a día de hoy si la idea de tener un hijo se la inculcó Rita, su mujer, o siempre había estado ahí, latente, como ocurre con los genes y con las emociones, que de repente actúan sin que antes ni tan siquiera nos hayamos planteado que pudieran tener lugar. Pero lo cierto es que, de repente, un buen o quizás un mal día, Nestor se despertó con la urgencia de ser papá, de traer al mundo un retoño fruto de su relación con Rita y que perpetuase su legado, si es que realmente tenía uno. Y ese mismo día la pesadilla se hizo realidad. Quién le iba a decir a él, que se había pasado hasta ese instante evitando que tal contingencia pudiera producirse, que cuando por fin se decidiese a dejar actuar a la naturaleza, ésta, de forma inmisericorde se le pondría en contra.

Las peores pesadillas empiezan cuando algo de lo que estábamos convencidos no teníamos que preocuparnos, en un instante, pasa a ser la mayor de nuestras preocupaciones. Todos damos por hecho que podemos concebir una criatura, que nuestra principal misión en este mundo de locos en el que vivimos es la de reproducirnos, la de continuar la especie y asegurar la vida humana en el planeta. De igual manera que si hemos tenido la fortuna de nacer con la capacidad de ver, oír, sentir, caminar y otros “ars, ers y irs” similares, no ponemos en duda que continuaremos teniéndolos hasta el final. Nos pertenecen. Forman parte de nosotros. He aquí posiblemente la razón por la que nos cuesta tanto aceptar cuando por la razón que sea no es así. La peor de las pérdidas es aquella que nunca pensamos podría acontecer.

Ahora, en estos mismos instantes, Nestor se encuentra con que sus pensamientos sólo se encaminan en una única dirección. La de preguntarse una y otra vez que han hecho mal Rita y él para tener que padecer semejante castigo. Pero antes de la culpa, vinieron a visitarle primero el miedo, la ira y más tarde la tristeza. De las tres, esta última continúa a su lado. Probablemente para siempre. Cada vez que vea a una criatura jugar, cada vez que algún allegado le comunique su próxima paternidad, una primera puñalada de dolor le recordará su pérdida mientras otra todavía peor le llevará a convencerse que todo es culpa suya. Es lo que tienen las expectativas que no se cumplen. Sobre todo aquellas que más que expectativas en su día fueron presuntas seguridades y hoy han acabado por transformarse en utopía incierta.

Nestor maldice cada vez que se despierta el día en que la idea de tener un hijo se instaló en su vida. Incluso está por asegurar que antes de ese momento fue feliz. Está casi seguro. Y es que hoy lo único que verdaderamente sabe es que aquel día la felicidad salió a buscar tabaco y ya nunca más ha vuelto a aparecer por su vida. Incluso la alegría se ha vuelto una extraña. Ya no tienen mucho que decirse y menos de que reír. Solamente les queda el silencio y el autocompadecerse, pero ambos se han convertido en la antesala de la culpa y la tristeza.

Sin embargo, y aunque a veces desea no despertar, en el fondo de su alma sabe que un día, sin saber muy bien por qué, igual que sucedió aquella otra vez, despertará y el maldito pensamiento se habrá diluido, difuminado y entonces quizás… Esta es su esperanza, su nueva expectativa en la que confiar. Su nuevo sueño por continuar, el de seguir caminando y dejar atrás de una vez ese dolor que hoy tanto le atormenta y que de seguir no sólo terminará con su relación con Rita, sino también con el niño que siempre llevó dentro y que hoy, asustado, se esconde tan profundamente en su interior, que está por decir que nunca existió.

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