Malditas expectativas

03.Malditas-ExpectativasTodo suele empezar un día cualquiera, uno de esos en que poco importa si hace sol o está nublado. De repente no sabes el motivo, pero las cosas comienzan a suceder más rápido de lo que es habitual. Los acontecimientos se van amontonando pugnando por ser los primeros en acontecer. Lo que hasta ese instante había ido sucediendo de forma ordenada: ahora uno, después el otro, más tarde el siguiente, y así un largo etcétera, hoy, por la razón que sea, algo o alguien ha decido que se daría todo a la vez, que el presunto orden normal de las cosas se había terminado y los problemas avanzan a codazos. Y tú estás ahí, con la sensación que vas barranco abajo, pero ciego, incapaz de ver como todo empieza a acontecer y por tanto sin poder hacer nada por evitarlo. Se te viene encima o, según como se mire, vas cuesta abajo.

Podríamos echarle la culpa a las expectativas. No tengo claro si nos equivocaríamos o no. Lo cierto es que, convencidos como estamos que todo tiene un orden natural, que las cosas suceden según como nosotros las hemos planeado, cuando las estrellas se alinean y nada empieza a ocurrir según nuestros cálculos, entonces es cuando determinados pensamientos empiezan golpearnos a modo de inmenso martillo de herrero sobre el yunque, en el que sin saber muy bien la razón, nos convertimos. Uno tras otro, los malditos pensamientos nos recuerdan lo atrasados que vamos en relación a nuestro plan original. “No vamos a ser capaces”. Y empieza la eterna carrera que no lleva a ningún sitio. Bloqueados, sin saber que fuego apagar primero, empezamos a sentir que algo se mueve en nuestro interior. Una energía extraña y cada vez más molesta nos va embargando. Suele comenzar en el estómago. Notamos como mariposas en el estómago sin estar enamorados ni tampoco mareados.

Entonces buscamos presuntos culpables a quienes achacar nuestra situación. Sabemos que no los hay, pero necesitamos hallarlos. Y lentamente pero sin pausa, las mariposas comienzan a volar por todos lados en nuestro interior. Sentimos como la desagradable energía a modo de resquemor se va expandiendo. Primero  hacia los brazos, luego hacia las piernas, se nos clava en el cuello y los hombros para, finalmente, desembocar en el pecho. Nos pesa. A veces incluso nos llega a doler. Sentimos como el corazón ha abandonado su ritmo habitual aumentando las revoluciones. Todo en nuestro interior, sin venir a cuento, empieza a acelerarse. Y los pensamientos continúan golpeándonos. ”Nadie me ayuda. Si me ayudasen, seguro que podría cumplir”.

Las mariposas han hecho un agujero por el que se cuela la ira. La desagradable energía se ha transformado en electricidad que hiere, que quema por dentro. Sabemos que el tren se escapa y que ya estamos corriendo con todas nuestras fuerzas. Que no vamos a llegar. “No callan. Habla que te habla. Incapaces de ver que necesito ayuda, y en vez de dármela, todavía me molestan más con su cháchara inacabable”. Y nos olvidamos de respirar profundo, convertidos como estamos en un fuelle vacío que no cesa de resoplar, nos parecemos más a un pez boqueante fuera del agua. Nos ahogamos.

Son probablemente las mismas ganas de cumplir con nuestras expectativas, el látigo en forma de pensamiento continuo que nos impele hacia una meta imposible y estúpida, los responsables de la situación. Pero ciegos como estamos, simplemente esperamos a que aparezca la hoja otoñal que con su roce tire todo por tierra y podamos empezar de cero.

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