El placer del amor

34.De Botton, Alain. El placer del amorCuando pensamos en el amor, más concretamente en el enamoramiento, sin darnos cuenta, muchas veces lo hacemos bajo el punto de vista de que resulta igual amar que ser amado. El amor no hace diferencias. Tanto monta, monta tanto. Convencidos como estamos, acabamos creyendo a pies juntillas que amar y ser amado, o más concretamente, amar y dejarse amar, resultan acciones iguales, complementarias, simétricas, cuando en realidad, si nos lo paramos a pensar detenidamente, fácilmente comprobaremos que son diametralmente distintas.

Amar es fácil. Simplemente nos sale de lo más profundo. Nace para ser, para impulsarnos hacia la persona amada, sin que la renuncia de nuestro yo suponga sacrificio alguno. Todo lo contrario. Lo hacemos gustosos. Fluimos entre los aromas de la persona amada sin encontrarle defectos. El engaño que el amor siempre produce pasa desapercibido. No necesita ser forzado. El convencimiento, la convicción forma parte de nosotros, de aquello que sentimos y sin ella algo parece rompérsenos dentro. Qué fácil y bonito resulta todo mientras permanecemos enamorados. Sin embargo, dejarse amar no siempre resulta sencillo. Para empezar, y a pesar de que a priori no debería representarnos ningún esfuerzo, generalmente acaba por cansarnos. A todos nos gusta que nos amen. Incluso me atrevería a decir que la mayoría ansiamos ser amados. Pero como todo lo que se desea, cuando finalmente acontece… ¡Ay, cuando finalmente acontece! Entonces, sin que sepamos la razón, dejamos de desearlo y pasamos a soportarlo, hasta que desgraciadamente, acabamos incluso sin poder seguir haciéndolo. Dejarse amar no fluye de nuestro interior. En realidad es ajeno a nosotros. Proviene de fuera. Y al ser un sentimiento ajeno, a veces no logramos ser capaces de comprenderlo. Y no me estoy refiriendo a no compartirlo. No. Hablo de amor recíproco. Nosotros amamos también a la persona que nos ama, aunque no siempre a la manera como esta nos ama a nosotros y viceversa. Y es que como dice el protagonista masculino de este libro de Alain De Botton, en cierto modo todos seguimos las pautas marcadas por el “marxismo”: «Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como miembro a alguien como yo.». ¿Cómo amar a esa persona que me ama si en el preciso momento en que sé que me ama dejo de amarla? ¿Es entonces mejor el amor no correspondido? Y es que el amor tiene esto de contradictorio. Deseamos que nos amen aun a sabiendas que nadie nos amará más que cómo lo hacemos nosotros mismos. Y de ocurrir… entonces la mayoría acabamos huyendo despavoridos enarbolando la sempiterna excusa de que no nos dejan oxígeno, que no podemos respirar, que nos ahogamos en todo ese océano de amor que sentimos inmerecido e impropio. “Nos enamoramos porque deseamos huir de nosotros mismos con alguien que sea tan bello, inteligente e ingenioso como nosotros somos feos, necios e insulsos. Sin embargo, cuando ese ser del que nos enamoramos, tan perfecto y maravilloso, resulta que también se enamora de nosotros, seres deformes y monstruosos, entonces nos preguntamos cómo puede ser esto, ¿Cómo un ser perfecto puede enamorarse de otro defectuoso? Ironía maravillosa. Puzle sin posibilidad de resolución, que a pesar de saberlo incompleto desde el inicio, nos empeñamos una y otra vez en conseguir completarlo sabiendo que de conseguirlo, rápidamente lo desbarataremos hasta que ninguna pieza guarde relación con su contigua. Este es con toda seguridad el placer del amor, su rocambolesca y fascinante imposibilidad.

De Botton, Alain. El placer del amor. Lumen. 1993.

Etiquetado , , , , , , ,

Deja un comentario