Necesidad de normas

49.NormasLas normas regulan la manera como debemos comportarnos. Determinan nuestras conductas adaptándolas al grupo de pertenencia permitiendo así una mejor convivencia al favorecer el acuerdo e informar de los derechos y obligaciones de cada uno de sus miembros. Porque si nos paramos a pensar, las normas están con nosotros desde el instante primigenio, ese mismo en el que dos individuos decidieron compartir su existencia y dejar de estar solos. Con independencia de su horizontalidad, posibles jerarquías y demás zarandajas. Y es que la importancia de las normas no reside únicamente en reglar y condicionar comportamientos. Las normas tienen, incluso me atrevería a aventurar, funciones más importantes aún.

Una de ellas, posiblemente debido al hecho de estar conviviendo con ellas desde el segundo uno en que la conciencia se instala en nosotros. Porque las normas parecen estar esperando pacientemente a que nada más nacer nuestro yo, introducirse en nosotros, en nuestros pensamientos y en nuestros actos, para así convertirse en las herramientas fundamentales a partir de las cuales empezamos a dar forma a nuestra personalidad. Porque las normas, además de regirnos socialmente, nos definen como seres individuales utilizando para ello la presión que sobre nosotros realiza la colectividad. Es nuestra tendencia a aceptar o no dichas normas, a cambiarlas por otras mejores o volver atrás tras un paso equivocado, lo que en el fondo determina, no sólo la visión que cada uno de nosotros tenemos de nuestro yo, sino también la que los demás acabarán teniendo. Decidimos ser rebeldes, obedientes, abiertos, tímidos, valientes o temerosos  a partir de la manera como las normas se han interiorizado en nosotros. Nos relacionamos con los demás esperando su aprobación, el visto bueno que certifica que se puede confiar, que somos personas fiables con las que poder contar y convivir.

Sin embargo, la función que quiero explicar, la que seguramente justifica esta entrada, es la necesidad que todos tenemos de que nos pongan normas. Nos guste o no, nos creamos más o menos independientes o autónomos, todos necesitamos tener normas externas a partir de las cuales regular nuestras conductas y pensamientos. Nos resulta perentorio echar mano de esas instrucciones en forma de directrices que nos guion por el mundo, ayudándonos a no tener que pensar si el siguiente paso que damos resulta adecuado, o por el contrario puede acabar convertido en dolorosa equivocación. Quizás por ello hacemos caso primero de nuestros padres, de los maestros, líderes informales o jefes, para acabar más o menos rendidos a las exigencias de nuestros gobiernos de turno. Poco importa que obedezcamos o no. Porque, por el simple hecho de hacer una cosa u otra, ya estamos actuado al son que marcan sus normas. Y es que en el fondo, a nuestra manera,  todos somos relativamente dóciles y preferimos tener una barandilla donde sujetarnos ante de la libertad que ofrece la caída libre al vacío. Porque el miedo a caernos siempre está ahí, esperándonos. De una manera u otra. Con mayor o menor intensidad. Convirtiendo así en importante y necesario la guía en forma de norma. Aunque sea a costa de nuestra “libertad”. De nada sirve llenamos la boca y pregonar a los cuatro vientos que somos ciudadanos libres, cuando en realidad todos estamos continuamente mirando de reojo, disimulando y al mismo tiempo anhelantes, en busca de esa directriz en forma de norma que alivie el malestar que supone caminar por la vida sin un rumbo que nos determine y regule, y que haga así muchísimo más fácil y llevadera nuestra existencia en presunta libertad.

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