Previo a la resiliencia siempre aparece el miedo. Lo contrario sería como decir que con la puesta de sol acontece el nuevo día. Y, de igual manera que el miedo siempre es particular, subjetivo, propio de uno, también lo es la resiliencia. La superación de mis miedos es lo que me hace resiliente, no la superación de los de los demás. Quizás por eso la imposibilidad de aprender a ser resiliente de forma vicaria. En palabras de Siegfried Meir, “El miedo es una sensación muy difícil de describir, imposible de transmitir, sobre todo porque es irrepetible en su circunstancia concreta. No es tangible, no es cuantificable. Es absolutamente individual, subjetiva, es casi… irreal. Nadie puede representarse el terror absoluto que produce el sonido de unos pasos en la escalera, o el timbre de la puerta. El alivio que se siente cuando los pasos se detienen en el piso de abajo, o en el de arriba o en la puerta de al lado; cuando el timbre que suena no es el propio, sino el del vecino. Un alivio mezclado con cierto sentimiento de culpa, porque son los otros los que se van, los que sollozan, los que suplican; mientras que a nosotros aún nos queda un día más. Todo eso repetido un día, y otro día, y el siguiente…”. Lo mismo podríamos decir de la resiliencia. La única constante quizás sea el instinto de supervivencia. Sigue leyendo →