Archivo de la etiqueta: normas

Zombis emocionales

Otro de los efectos que he observado tras la pandemia ha sido una especie de zombificación emocional en mucha de la gente que me rodea. No es que los vea (y me vea) vagando por el mundo como muertos en vida, pero sí que tengo la sensación de que determinadas emociones se impuesto al resto, zombificando nuestro sistema emocional. En concreto, según mi percepción, han sido tres las emociones que se han impuesto a las demás llegando incluso a anularlas: la tristeza, la ira y la alegría (esta última en forma de necesidad perentoria por recuperar lo antes posible todos los momentos de satisfacción perdidos durante este tiempo).

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La sabiduría de los psicópatas

Generalmente, cuando pensamos en cómo un psicópata es, lo vemos como un ser despiadado y carente de emociones. Estamos convencidos de que en los psicópatas (su principal problema, el que los convierte en seres incapaces de adaptarse socialmente), es su imposibilidad en cuanto a sentir compasión. Sin embargo, dicha visión es completamente equivocada. Tendemos a creer que todo el mundo empatiza, que todos somos capaces de sentir de igual manera y, por consiguiente, que lo acabamos haciendo. Cuando, en realidad, todos sentimos diferente pero, a diferencia quizás de lo que sucede con los psicópatas, la mayoría acabamos acompasando nuestros sentimientos a los de nuestro grupo de referencia para así adaptarnos mucho mejor a él. Necesitamos creer que todas aquellas personas cercanas a nosotros sienten como nosotros, de lo contrario el poder compartir, socializar, confiar, resultaría imposible. Ese es nuestro error cuando evaluamos la manera de funcionar emocionalmente de un psicópata: creer al mismo tiempo que siente diferente y que no siente.

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Castigo

Siempre he pensado que el castigo nació inmediatamente después de la conformación de una comunidad. En realidad, segundos después de que algún miembro de dicha comunidad infringiese cualquiera de las normas autoimpuestas. Sin embargo, últimamente, y después de reflexionar bastante sobre el tema, no lo tengo tan claro. Me explico. Generalmente, cuando hablamos de castigo, lo hacemos sobre el castigo o la pena que nos viene impuesta desde fuera. Es decir, cuando es nuestro propio grupo social de referencia quien nos la impone, sea aplicando leyes o normas escritas o no escritas (muchas veces, son éstas últimas las que acaban produciendo un mayor efecto en quienes no las han cumplido). Pero, ¿qué sucede cuando el castigo nos viene impuesto por nosotros mismos? ¿Qué pasa si el castigo es interno?

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Necesidad de normas

49.NormasLas normas regulan la manera como debemos comportarnos. Determinan nuestras conductas adaptándolas al grupo de pertenencia permitiendo así una mejor convivencia al favorecer el acuerdo e informar de los derechos y obligaciones de cada uno de sus miembros. Porque si nos paramos a pensar, las normas están con nosotros desde el instante primigenio, ese mismo en el que dos individuos decidieron compartir su existencia y dejar de estar solos. Con independencia de su horizontalidad, posibles jerarquías y demás zarandajas. Y es que la importancia de las normas no reside únicamente en reglar y condicionar comportamientos. Las normas tienen, incluso me atrevería a aventurar, funciones más importantes aún. Sigue leyendo

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Derechos

40.DerechosTodos nosotros caminamos por la vida como un enorme trasatlántico haciéndonos paso entre otros tantos y algún que otro iceberg. Convencidos que somos los capitanes de nuestra nave. Heroicos por el mero hecho de desplazarnos, de sortear dificultades y disfrutar de alguna que otra bondad (en realidad, muchas más de las que los pesimistas computan y posiblemente bastantes menos de lo que lo hacen los optimistas). Cada uno de nosotros enarbolamos nuestra propia bandera invisible pero explícita, siguiendo a pies juntillas el lema de un conocido anuncio de televisión, pero en vez de escribir “bienvenidos”, lo que solemos hacer es informar a grito pelado a todo aquel que se nos acerca que nuestra “república” debe ser respetada, incluso en ocasiones obedecida, olvidando que las demás también poseen derechos, centrándonos exclusivamente en nosotros mismos. Sigue leyendo

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Mi resiliencia

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Previo a la resiliencia siempre aparece el miedo. Lo contrario sería como decir que con la puesta de sol acontece el nuevo día. Y, de igual manera que el miedo siempre es particular, subjetivo, propio de uno, también lo es la resiliencia. La superación de mis miedos es lo que me hace resiliente, no la superación de los de los demás. Quizás por eso la imposibilidad de aprender a ser resiliente de forma vicaria. En palabras de Siegfried Meir, “El miedo es una sensación muy difícil de describir, imposible de transmitir, sobre todo porque es irrepetible en su circunstancia concreta. No es tangible, no es cuantificable. Es absolutamente individual, subjetiva, es casi… irreal. Nadie puede representarse el terror absoluto que produce el sonido de unos pasos en la escalera, o el timbre de la puerta. El alivio que se siente cuando los pasos se detienen en el piso de abajo, o en el de arriba o en la puerta de al lado; cuando el timbre que suena no es el propio, sino el del vecino. Un alivio mezclado con cierto sentimiento de culpa, porque son los otros los que se van, los que sollozan, los que suplican; mientras que a nosotros aún nos queda un día más. Todo eso repetido un día, y otro día, y el siguiente…”. Lo mismo podríamos decir de la resiliencia. La única constante quizás sea el instinto de supervivencia. Sigue leyendo

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