La sensación de lo que ocurre

Sin poseer un mínimo de plena conciencia en nosotros mismos resulta imposible conocer nuestras propias emociones. Las emociones son “impactos” que golpean contra nuestro ser, sobre aquello de nosotros que nos configura y determina, produciendo los cambios. Sin una base previa en la que poder producir cambios resulta imposible interpretar los efectos que producen dichos cambios. Es el sentimiento que una emoción nos genera, su efecto en nuestro organismo, lo que hace posible experimentarla, y es a partir de dicha experimentación que la podemos interpretar y a partir de aquí “reconfigurarnos”.

Sé que lo anterior suena raro. Lo simplificaré: somos lo que sentimos. Pero, para poder sentir, tenemos que tener la capacidad de poderlo hacer, y cada ser vivó tiene su manera de sentir lo cual lo determina y, en consecuencia, lo diferencia del resto. Y no hablo solamente de especies, también ocurre en “intraespecies”, haciendo que los todo ser vivo, por el simple hecho de existir y sentir sea diferente e irrepetible al resto. 

Nuestra memoria, es decir, nuestro bagaje existencial producto de las diferentes vivencias que vamos experimentando, es la que nos determina el propio yo. Esto hace que resulte imposible la existencia de un yo inalterable. Si vivimos, si experimentamos y sentimos, nuestro yo va siendo modificado tras cada experiencia, y es la memoria la encargada de dar significado global, holístico, a nuestro yo, al permitir recuperar las experiencias pasadas. Somos fruto de nuestro pasado, pero también del futuro que está por venir. La manera como tenemos de encarar, de anticipar aquello que puede ocurrirnos, también nos determina. No es lo mismo recibir un acontecimiento con miedo, por haberlo vivido anteriormente y habernos sido contrario, que hacerlo con alegría o esperanza. Damos valor emocional a las situaciones existenciales en función de los recuerdos previos que nos van conformando. Quizás por ello la mejor manera de lidiar con los efectos del estrés post traumático es cambiar el estímulo que condiciona los sentimientos que ese recuerdo nos provoca activándolo. Cambiar la ira, el miedo o incluso la culpa o la vergüenza, por amor, aceptación o esperanza, marca la diferencia entre patología y normalidad.

Esto convierte a la manera de interpretar nuestra realidad (de relacionar pasado y futuro) en un factor tan importante como lo es la “calidad” de las nuevas experiencias que nos “impactan”. Construimos nuestra propia realidad. De eso muy pocos dudan ya. Y aunque los cimientos pueden marcar la diferencia, la altura final del edificio vendrá también determinada por el grado de aceptación y esperanza con que vayamos uniendo los ladrillos que lo conforman. Poco importa que el momento temporal que nos esté tocando vivir sea mucho más oscuro que luminoso. Nuestros ojos, es decir, nuestra manera de sentir, siempre es capaz de adaptarse y convertir la oscuridad en luz que, aun no tan luminosa como podría o nos gustaría que fuese, sí que lo es suficientemente como para poder saborearla con cierto placer y bienestar. Somos nosotros los que decidimos el tipo de letra con la que escribimos nuestra biografía. El papel nos viene dado, pero el resto corre de nuestra cuenta y por mucha negrura que nos rodee siempre debemos de procurar tenerlo presente.

Damasio, Antonio. La sensación de lo que ocurre. Cuerpo y emoción en la construcción de la conciencia. Editorial Booket. 2018.

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