Antagonistas del amor

La mayoría de emociones aceptan la presencia (a veces incluso la necesitan) de otras emociones que las completen o les de ese matiz tan característico y especial que las hace únicas y que incluso acaba por configurarlas. Por ejemplo, podemos sentir miedo e ira, o vergüenza, o culpa al mismo tiempo. Son parejas de baile que se complementan, que marcan un paso siguiendo un determinado ritmo que de otra forma resultaría imposible. De hecho, si le echamos un vistazo a la rueda de las emociones de Plutchik, comprobaremos como las emociones primarias se mezclan con las secundarias dando lugar a unas de nuevas.

Sin embargo, y con independencia de que estemos más o menos de acuerdo con la teoría de Plutchik (existen bastantes emociones que no me queda muy claro cómo pueden surgir de la mezcla de primarias con secundarias, terciarias, etc.), me gustaría centrarme en esta entrada en la emoción del amor. El motivo está en que el amor es una emoción muy especial, tanto, que es una de las pocas emociones verdaderamente excluyentes. Sí, has leído bien, excluyente, porque el amor, si te lo paras a pensar, no permite ciertas compañías (y cuando digo amar, estoy haciendo uso de su significado completo y no de un simple enamoramiento). En presencia de la emoción del amor resulta imposible poder sentir toda una serie de emociones (sobre todo de valencia negativa).Situación que cómo hemos visto, no ocurre con el miedo, la ira o incluso la tristeza, todas ellas emociones verdaderamente importantes en nuestro día a día y que sí son capaces de aceptar tanto valencia positiva como negativa.

Vayamos al grano y pongamos el foco en el binomio amor y venganza. Agua y aceite. Imposible que puedan convivir. ¿Cómo podríamos sentir la necesidad de vengarnos de alguien que amamos? Difícil, ¿verdad? Para que deseemos venganza tiene que haber acontecido un daño, una afrenta, una agresión, y cuando el amor nos embarga lo que sucede es todo lo contrario. La razón de nuestro amor nos completa, nos ofrece un plus que nos hace sentir que encajamos y, por tanto, resulta imposible encajar ambas en el mismo espacio. Lo mismo sucede con el perdón. No podemos perdonar si amamos. Amor y perdón solamente pueden darse por separado. Si tenemos que perdonar es que algo malo ha pasado con el amor. Si amamos no resulta necesario tener que perdonar. Sencillamente amamos.

Quizás por todo lo anterior resulta tan importante retomar aquel viejo eslogan de The Beatles que decía eso de “All You Need Is Love”, y hacer que, a diferencia de lo que ellos cantaban, amar nos resulte verdaderamente fácil (por qué estúpidamente nos hemos empeñado en hacerlo difícil), ya que así también nos resultará sencillo vivir y convivir con nosotros mismos y con los demás. Y es aquí donde seguramente estriba la dificultad, ya que no queda otra que comenzar a trabajar con el objetivo de desterrar de nuestro día a día, de esa triste realidad que entre todos estamos empeñados en construir y que solamente conduce hacia la oscuridad, con el objetivo de que emociones como la envidia, el “ombligismo” o el resentimiento disminuyan su presencia, y potenciar en cambio la presencia de otras como la aceptación, la gratitud y la generosidad, que aunque suenan sencillas, al final acaban siendo las más difíciles de instaurar. De ser así, si un día de estos acabamos lográndolo, estoy plenamente convencido de que las cosas nos irán mucho mejor, y si no, al menos habremos conseguido que los momentos apacibles y la confortabilidad social se dé de forma más habitual de lo que hoy sucede.

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