El mejor indicador de lo intenso que es el miedo que sentimos no es otro que la distancia de huida. A mayor distancia entre nosotros y aquello que nos genera la emoción del miedo, mayor intensidad y viceversa. En esto, el miedo y el asco pueden llegar a confundirse. Ambos nos obligan a poner distancia, a alejarnos de aquello que tanta inquietud nos produce. El miedo moviliza y mantiene todos nuestros recursos para garantizar la huida. El asco nos recuerda que no debemos acercarnos si queremos seguir conservando nuestra integridad.
Todos los animales tenemos distancias de huida características y particulares en función de aquello que nos atemoriza. Basta con observar los animales que conviven con nosotros en nuestros pueblos o ciudades para poder establecer un “ranking”. A mayor tiempo compartiendo nuestro hábitat, menor es la distancia de huida que precisan.