Archivo de la etiqueta: condescendencia

Condescendencia

Mantener una aptitud condescendiente hacia los demás, a no ser que la persona que la practica ostente una posición social muy elevada (e incluso en estas ocasiones), suele comportar malestar en el resto. La condescendencia es una emoción social poco funcional grupalmente. A nadie le gusta sentir la condescendencia ajena. Lo vivimos como una agresión en toda regla, un ataque a nuestro yo. Solamente cuando somos nosotros mismos, voluntariamente, quien otorgamos al otro la oportunidad de ser condescendiente, somos capaces de aceptarlo sin adoptar una actitud reactiva. Y, aun así, si la condescendencia se prolonga demasiado en el tiempo, lo más normal acaba siendo que terminemos defendiéndonos, que protejamos nuestra autoestima para no acabar cayendo en cierta indefensión aprendida u otras formas de tristeza todavía más disfuncionales.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , ,

Sentimiento viejuno

Sé que, con la edad, la mayoría de las personas nos volvemos conservadoras. Supongo que se debe a que, a diferencia de lo que ocurre en la juventud, según envejecemos vamos siendo cada vez más conscientes de que el tiempo se nos escapa, lo que nos lleva, queramos o no, a procurar retenerlo y a anhelar el que hemos perdido. Quizás sea ésta la razón por la que la nostalgia es una emoción de románticos y viejos. Cuando el futuro parece infinito, no existe la necesidad de echar la vista atrás y únicamente tenemos ojos para mirar al frente y perder la mirada en el horizonte. Dicho esto, la intención (al menos conscientemente) de esta entrada no es hacer una oda al pasado ni una crítica injusta al presente. Todo lo contrario. Pretende ser un alegato al futuro, pero acordándonos también de aquello bueno que dejamos atrás. Un grito para que definitivamente la esperanza acabe por instalarse y podamos por fin dibujar un hermoso arcoíris que aparte todos esos horribles nubarrones que desde hace algún tiempo parecen estar empeñados en acompañarnos.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , ,

The Moral Psychology of Compassion

Solemos confundir compasión con empatía. Teóricamente en ambas nos ponemos en el lugar del otro. Sin embargo, si nos escudriñamos con un poco de atención, veremos que esto no es verdaderamente así.  Cierto que la persona que siente compasión por otra imagina lo que ésta siente, pero a diferencia de lo que sucede con la empatía, no sufre lo que ella sufre. La compasión entiende el sufrimiento ajeno, pero no lo convierte en propio, sino que mantiene la distancia. La persona compasiva es una mera espectadora del sufrimiento de la otra persona, como si asistiese a una película, sabiendo que en el momento en que se enciendan las luces del cine, recogerá sus abrigos, saldrá por la puerta y su atención divagará, deteniéndose o no, en cualquiera otro aspecto con el que se encuentre.

La persona que se compadece, muy a su pesar posiblemente, actúa de manera condescendiente ante aquel otro hacia el que siente piedad. La compasión es una emoción en cierto modo social. Nos posiciona, nos sitúa por encima o por debajo en función del grado de sufrimiento que estemos padeciendo. Si mi situación es mejor que la del otro, no puedo evitar suspirar aliviado, como si se tratase de una versión diluida de la emoción de schadenfreude. No es que nos alegremos realmente de la dificultad ajena, pero sí que es cierto que sentimos algo de satisfacción al ser conscientes de que nuestra situación es mucho mejor. Como cuando sé que mi economía es mejor que la de mi compañero de oficina. No se trata de necesitar que al otro le vaya peor que a nosotros. Sencillamente, al establecer una comparación de la que salimos “vencedores”, no podemos evitar sentirnos bien.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , ,