La sabiduría de los psicópatas

Generalmente, cuando pensamos en cómo un psicópata es, lo vemos como un ser despiadado y carente de emociones. Estamos convencidos de que en los psicópatas (su principal problema, el que los convierte en seres incapaces de adaptarse socialmente), es su imposibilidad en cuanto a sentir compasión. Sin embargo, dicha visión es completamente equivocada. Tendemos a creer que todo el mundo empatiza, que todos somos capaces de sentir de igual manera y, por consiguiente, que lo acabamos haciendo. Cuando, en realidad, todos sentimos diferente pero, a diferencia quizás de lo que sucede con los psicópatas, la mayoría acabamos acompasando nuestros sentimientos a los de nuestro grupo de referencia para así adaptarnos mucho mejor a él. Necesitamos creer que todas aquellas personas cercanas a nosotros sienten como nosotros, de lo contrario el poder compartir, socializar, confiar, resultaría imposible. Ese es nuestro error cuando evaluamos la manera de funcionar emocionalmente de un psicópata: creer al mismo tiempo que siente diferente y que no siente.

Para empezar a los psicópatas les importa un carajo lo que los demás puedan pensar de ellos. Lo importante, lo vital, para un psicópata es el objetivo marcado, lo demás resulta secundario. Si trasladamos esta forma de funcionar a determinados estratos de nuestra vida, como por ejemplo los negocios o el deporte, observaremos que, bastante a menudo, cierta falta de escrúpulos es lo que separa a un triunfador de un perdedor. ¿Cuántos empresarios aceptan cometer ciertas irregularidades a cambio de obtener un buen beneficio? Todos conocemos deportistas que se dopan sin con ello aumentan sus posibilidades de ganar, por ejemplo, una medalla olímpica. En realidad, ¿cuántos de nosotros nos saltamos determinadas normas si con ello sabemos obtenemos cierta ventaja con respecto a los demás? Aquí, lo que marca, lo que desvía el indicador hacia la psicopatología, no es otra cosa que la capacidad que después cada uno tiene de gestionar el sentimiento de culpa y los remordimientos. Cuanto menos nos afecta sentirnos culpables, cuando más capaz es una persona de acallar cualquier remordimiento, más se acerca a una tipología de psicópata, o lo que es lo mismo, a anteponer el objetivo a cualquier cosa, incluidos posibles daños a terceros. Repito: lo importante es el propio yo y, por tanto, el sufrimiento acontece, se presenta, y lancera, cuando anteponemos el bienestar de los demás a la posibilidad de sentirlo nosotros por haber alcanzado determinada meta.

No debemos caer en el error de creer que los psicópatas no sienten, que carecen de emociones. Lo que sucede es que las gestionan de manera diferente que el resto. Un psicópata, a diferencia de la mayoría de nosotros, antepone su triunfo a cualquier otro aspecto. Si haciendo daño obtiene placer, lo hace. Si para lograr su objetivo tiene que provocar dolor en los demás, ni se lo plantea. Aquí lo importante es el yo propio, y sentirse bien. Y es precisamente no anteponiendo su voluntad, sus deseos, lo que lo hará infeliz, perdedor, y en consecuencia actúa para evitarlo. De la misma manera que nosotros evitamos cualquier situación que sabemos nos producirá malestar. Nuestro problema, como sociedad, es que a valores como la intrepidez, la fortaleza mental, el carisma, la concentración, la capacidad de persuasión y la frialdad bajo presión les otorgamos una importancia superior que a otros como la compasión o el altruismo. De ahí que los psicópatas triunfen y que nosotros fracasemos.

Dutton, Kevin. La sabiduría de los psicópatas. Todo lo que los asesinos en serie pueden enseñarnos sobre la vida. Editorial Ariel. 2012

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