Consciencia

Estamos convencidos, creemos a pies juntillas, que estamos, permanecemos, siempre y continuamente conscientes, con plena capacidad para saber lo que está (y nos está) sucediendo en cada momento presente, cuando, en realidad, la conciencia es, en la mayoría de las ocasiones, la última de enterarse de lo que sucede. Sabemos que nuestro cerebro funciona como centro neurálgico y de procesamiento donde va a parar toda la información que nuestros sentidos recogen tanto del exterior como de nuestro propio interior. Estamos convencidos que es a partir de esa información como nuestro cerebro “toma las decisiones” y que lo hacemos de manera consciente, en este preciso instante. Sin embargo, si nos paramos a pensar lo que esto significaría, pronto nos daremos cuenta de que no puede ser así, que dicho funcionamiento lo único que implicaría es que vivimos continuamente en el pasado, ya que estaríamos reaccionando siempre tarde a los acontecimientos, lo cual directamente nos conduce a una conclusión: nuestra conciencia siempre estaría por detrás de lo que sucede en el mundo físico, lo que irremediablemente sería incompatible con poseer cierta capacidad para sobrevivir (sin capacidad para poder adelantarnos a los acontecimientos, difícilmente nuestra respuesta podrá ser realmente adaptativa).

Entonces, ¿si la conciencia va por detrás de nuestras conductas quien toma las decisiones? Difícil de explicar. Lo único claro que se tiene es que no está en nuestra mano poder decidir que pensar o sentir, como tampoco lo está que ver, oler u oír. Es nuestro cerebro quien lo establece, y en la mayoría de las ocasiones lo hace sin considerar plenamente lo que sucede fuera. Le sería imposible. No posee la capacidad para lograrlo. De ahí que no le quede más remedio que estar continuamente realizando estimaciones, aproximaciones de lo que va a ocurrir. Nuestro cerebro funciona mediante intuiciones. Sí, has leído bien: intuiciones. Nuestro cerebro se fía de su intuición, siendo ésta, posiblemente, la principal de todas nuestras capacidades, mucho más incluso que la inteligencia o la conciencia, las cuales, queramos creerlo o no, dependen en todo momento de que nuestro cerebro acierte y que algo acabe siendo como espera, asumiendo dicha certeza con independencia de que seamos capaces de tener conciencia de ello o de comprender las razones que se dan detrás de cada uno de nuestros sentimientos. De hecho, cada vez son más los expertos que intentan explicar, dar respuesta a esta pregunta mediante nuestros genes. Y no, no es una vuelta al pasado, a la creencia de que todo esté explicado genéticamente, sino que la explicación vendría a estar en la “memoria” que nuestros genes han ido acumulando a partir de las distintas historias de supervivencia que nuestros ancestros fueron acumulando, las cuales (no tengo ni idea de qué manera se consigue) conformarían algo así como un lenguaje, un software, que haría posible que nuestro cerebro fuese capaz, ya no de anticiparse a los acontecimientos, sino también de acertar en qué señales de alarma (sentimientos y emociones) y que conductas llevar a cabo para continuar sobreviviendo tanto a aquello que acontece fuera como dentro de nosotros. En definitiva, y aunque nos parezca mentira, es nuestro cerebro quien, a partir de la suma de su historia y de los pocos datos que recoge y es capaz de “computar” del mundo exterior mediante los sentidos quien decide, mientras que nuestra conciencia, simplemente hace de testigo impotente del desarrollo de dichas decisiones.

Harris, Annaka. Consciencia: Guía breve sobre el misterio fundamental de la mente. Gaia Ediciones. 2020.

Etiquetado , , , , ,

Deja un comentario