Inmediatez

21.InmediatezCada época tiene su idiosincrasia, su manera de entender y comportarse, lo cual acaba por moldear la manera como los individuos que la habitan perciben y se relacionan con la realidad que les envuelve. Somos lo que vivimos, lo que en ocasiones dificulta poder entender la visión de aquellos que nos antecedieron y por tanto sus decisiones.

En los últimos tiempos, si algo caracteriza a nuestra sociedad y la manera como tenemos de interpretar la realidad que nos ha tocado vivir, es la inmediatez. Vivimos en la época de Internet y de la obligación perentoria de que todo deba de acontecer ya. Rápido. Sin que la necesidad de esperar nos atosigue y nos haga desesperar. Nos hemos acostumbrado a hacer clic y a que instantáneamente, como por arte de magia, ocurran las cosas. Tanto es así, que sin darnos cuenta hemos ido acelerando nuestra manera de vivir. Incapaces de soportar los tiempos muertos entre acontecimientos, vamos por la vida haciendo clics imaginarios, frustrados y ciertamente airados en cuanto entendemos que algo o alguien nos está haciendo perder el tiempo. Convencidos como estamos en que nuestra vida funciona como un vídeo, en el que podemos adelantar, retrasar e incluso pausar los momentos a voluntad, no soportamos demasiado bien cuando las cosas no se dan siguiendo dicha pauta y acabamos entrando en crisis empeñados en que nuestra vida sea un cuento coloreado a voluntad.

La inmediatez seguramente tiene muchísimas virtudes. Sobre todo las que tienen que ver con nuestra vertiente hedonista. Pero también tiene muchísimos defectos. El principal, como hemos apuntado, sería el de propiciar estados de profunda frustración cuando las cosas no sólo no ocurren cómo deseamos, sino sobre todo, cuando no ocurren en el momento preciso que deseamos. La inmediatez impide la posibilidad de reflexión. Nos incapacita para poder degustar los momentos. Imbuidos en la necesidad de hacerlo todo rápido engullimos nuestro presente sin apenas masticarlo. Anhelantes de devorar sin descanso todo el presente que podamos y sin molestarnos ni preocuparnos por descubrir a que sabe.

Hoy día nos importa bien poco la interioridad de las cosas. No buscamos los “porqués”. Nos conformamos con los “ya”. Todo empezó en un “¿para qué leernos el libro si podemos ver la peli?, y está acabando en un “¿para qué leernos el artículo si con el titular ya tenemos suficiente?” Y está siendo así, de esta manera tan tonta y sencilla, como todos aquellos que marcan la dirección global por la que todos nosotros incautos debemos desfilar, están logrando crear, apenas sin dificultad, una realidad global y única. Con independencia de tu cultura, de donde vivas y con quien te relaciones, lentamente (¿o quizás debería decir rápidamente?) todos estamos entrando en una especie de pensamiento único que atemoriza.

Si hay algo que nos caracteriza como seres humanos, con independencia del momento temporal y el lugar que nos ha tocado vivir, es nuestra capacidad de generar emociones a partir de vivencias. Emociones que aun pudiéndolas compartir con los demás, son exclusivas, propias de cada uno de nosotros, y que por tanto nos conforman como individuos diferenciados y únicos. El peligro al que desde hace unos años nos enfrentamos, es que sin darnos cuenta estamos cambiado identidad por inmediatez. O lo que es igual, placer por individualidad, yendo por tanto derechitos al mismo lugar al que llegó aquella rata que era incapaz de dejar de apretar la palanca.

Etiquetado , , , , , ,

Deja un comentario