Cada lugar posee su emoción característica. La nuestra, debido posiblemente a la importancia que emociones como el orgullo y la dignidad, y su prima hermana “el qué dirán”, tienen en nuestra cultura, no es otra que la vergüenza ajena.
La vergüenza ajena no es más que una forma dolorosa de sentir empatía por los demás. Mirada desde cerca, en realidad, la vergüenza ajena vendría a ser la emoción contraria a la schadenfreude alemana. Y es que mientras que la schadenfreude se conforma a partir del sentimiento de placer ante el sufrimiento ajeno, la vergüenza ajena es su reflejo en el espejo, al convertir lo que debería ser únicamente malestar del otro en sufrimiento propio. Sigue leyendo