Si hay un colectivo al que siempre se le dio bien eso de utilizar las emociones para seducir, incluso mucho antes que Daniel Goleman publicase su famoso libro Inteligencia emocional, ese no ha sido otro que el de los políticos. Resulta impresionante contemplar cómo estos son capaces de “jugar” con el estado emocional de sus votantes para conseguir que todos nosotros, a pesar de no estar de acuerdo con su postura, nos sintamos incapacitados para poder hacerles frente.