Archivo de la etiqueta: ira

Condenados a mirarnos el ombligo

Las nuevas tecnologías, la rapidez con la que todo se mueve y cambia hoy día, las urgencias cotidianas transformadas en incendios que se repiten y se repiten dándonos la sensación de que no hemos apagado uno que se ha encendido otro, la intrascendencia con la que nos relacionamos con la mayoría de personas que nos rodean… y un posible largo etcétera más, acaban provocando que acabemos imbuidos en nosotros mismos, contemplándonos desesperadamente el ombligo, incapaces ya no de empatizar, sino de simplemente prestar atención a los demás. Ni vemos, ni nos ven. Quid pro quo que todo lo arrasa dejando allí donde pasa un infinito desierto cada vez más difícil de recuperar.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

Salud y emociones (I)

En vínculo que existe entre emociones y salud creo que no hay nadie que lo cuestione o lo ponga en duda. Todos somos conscientes de la afectación que determinadas emociones, en realidad me atrevería a decir que todas ellas, tienen en cuanto a nuestra salud, pero, sin embargo, no siempre les prestamos la suficiente atención o, cuando lo hacemos, la mayoría de las veces, desgraciadamente, acaba siendo un poco tarde.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

Manejo de la ira

La ira es esa emoción que tanto atemoriza a la sociedad por sus posibles efectos, pero que a quien verdaderamente acaba por dañar es a quien la padece. Existe una relación oculta entre autoestima (autoego) y la ira. A mayor autoestima, a mayor ego, más propensos seremos a que la ira se convierta en la emoción que nos domine. Las culpables, como casi siempre, nuestras expectativas previas. Resulta más sencillo frustrarse cuando nuestras esperanzas no están basadas en realidades. Creer que se es más de lo que realmente somos, suele terminar en la vía muerta de la ira. Y digo “muerta” porque es lo que acaba por producir en la persona que la siente. Aunque al principio confunda la vitalidad, la energía que produce, con la propia vida, pero, a la larga, como el fuego cuando se descontrola, la ira solamente en nuestro interior tierra yerma, donde incluso a las malas hierbas acaba por costarles crecer y prosperar.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

Cómo ver el mundo

Escribe Nicholas Mirzoeff que “la visión del mundo no depende tanto de cómo vemos, cuanto de qué hacemos con lo que vemos” y yo no puedo estar más de acuerdo con él. Creo que es la afirmación  que he leído en los últimos años (y he leído bastante) con la que más me he identificado. Cierto que los neurocientíficos hace ya tiempo que nos dicen aquello de que no vemos con los ojos sino que lo hacemos con el cerebro, pero al final, tanto da con lo que vemos, lo importante es lo que finalmente hacemos con nuestra realidad. Poco importa cómo ésta sea, lo fundamental es cómo la “moldeamos”, cómo nos movemos, la manera cómo somos capaces de aceptarla, transformarla o evitarla escondiéndonos de ella. Es lo que hacemos con lo que percibimos lo que nos transforma, tanto a nosotros, como a la misma realidad. Cómo explicar si no que alguien con limitaciones físicas sea y se sienta mucho más feliz que otro que goza de plena libertad de movimiento. Cómo entender que aquel que todo lo tiene (y no me refiero únicamente a lo meramente material) se sienta inmensamente infeliz, un desgraciado y, en cambio, aquel otro que apenas si tiene nada, sea capaz de hacer de la necesidad virtud y una razón para la esperanza y la alegría. Resulta imposible.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

Ira, alivio y culpa

Resulta sencillo, al menos para mí, caer preso en la trampa de la ira. Basta con estar algo cansado y que las expectativas no se den para que… El otro día fue un buen ejemplo. Después de un mes peleándome en distintos escenarios con la terrible burocracia que nos rodean en este país, convencido de que por fin había logrado dejarla atrás, me topé con una prueba de la que solamente pude salir sacando todo mi mal genio.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

El Tiempo Regalado

Podemos entender la espera de dos modos, pero teniendo en cuenta que cada uno de ellos nos configurará emocionalmente de manera drásticamente diferente. Por un lado tenemos la espera que nos ayuda a crecer, esa que necesita de su tiempo para que lo que tenga que ser madure, para así, hacernos conscientes de su importancia. Si todo fuese fácil y rápido, seguramente, casi nada tendría valor, y nosotros como seres emocionales que somos necesitamos que todo tenga su importancia para poder sentir. Nuestra existencia está compuesta, fundamentalmente, de momentos de espera. Son esos momentos, como hemos dicho, los que le dan sentido a la recompensa, los que configuran y determinan los momentos significativos de nuestro pasado y, por tanto, determinan como será nuestro futuro próximo. Entradas atrás hablamos del test de la golosina, y como la capacidad de retrasar el momento de la recompensa podía determinar el nivel de control emocional que ese niño tendría años adelante como adulto. En palabras de Andrea Kölher; los ineludibles momentos de espera nos permiten valorar nuestro pasado, pero también configurar el futuro. No hay crecimiento ni auténtico desarrollo sin espera, la recompensa exige siempre cierto retraso, la gratificación inmediata termina casi siempre por dejarnos insatisfechos.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , , ,

Elogio de la lentitud

Vivimos en la “edad de la velocidad”. Si en la primera mitad larga del siglo XX, antes de la irrupción de Internet, las cosas habían empezado ya a acelerarse, con la irrupción de las nuevas tecnologías todo ha acabado saliéndose de madre. Sin darnos cuenta construimos nuestro día a día a golpe de clic, una cosa detrás de otra, incluso varias a la vez, sin descanso, sin pausa, sin detenerse ni un instante a meditar sobre la locura en que estamos convirtiendo nuestra existencia.

Estamos construyendo una sociedad en la que hemos equiparado velocidad con eficiencia, al tiempo que vamos dotando de connotaciones negativas a todo aquello que tiene que ver con la lentitud o con hacer las cosas a conciencia (es decir, en su tiempo justo y necesario). Interpretamos lento como torpe, indolente o falto de interés. Preferimos las cosas rápidas (la comida, la educación, el trabajo, las relaciones sociales, el tráfico, etc.) aunque ello comporte después tanto una insatisfacción como una pérdida de tiempo mayor que si las hubiésemos hecho más tranquila y cuidadosamente. Sin darnos cuenta, hemos olvidado aquello de «vísteme despacio que tengo prisa” y hemos transformado nuestro día a día en una gigantesca agenda donde la posibilidad de un espacio vacío, un “tiempo muerto”, resulta no solamente imposible sino además doloroso.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

Santísima trinidad

He llamado a esta entrada “santísima trinidad” porque en ella hablaré de las tres emociones (algunos dirían, quizás, que debería hablar mejor de estados de ánimo, pero yo me resisto) que, últimamente más me suelen afectar. Afortunadamente no suceden las tres a la vez, sino que se van dando de manera consecutiva, una detrás de la otra.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , ,

Señales de ira

No somos verdaderamente conscientes, pero cada vez más todo aquello que nos rodea emana agresividad, violencia. Si nos detenemos a observar, si prestamos atención, veremos que cada vez los mensajes que recibimos son más agresivos, y no solamente los de las otras personas que nos rodean o de los medios de comunicación, también otros, a priori más banales, o que deberían ser más “inocuos”, y que sin embargo, lo que terminan haciendo no es otra cosa que apelar al miedo o a la ira con el único objetivo de avisarnos de futuras consecuencias si no los obedecemos.

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,

El libro de la esperanza

La esperanza nunca es certeza, únicamente posibilidad. Si no fuese así, perdería todo su poder. Anhelo asegurado no es más que simple certidumbre. Y todo lo que se torna previsible, seguro, deja de interesarnos. Nuestra atención lo anula convirtiéndolo en rutina. Simple seguridad que aporta placidez, descanso y cierto bienestar, pero nada tiene que ver con lo sentimientos que suelen acompañar a la esperanza.

La esperanza tampoco es fe. La fe contiene demasiados trazos de certeza, aunque sea ésta una certidumbre basada en creencias y no siempre con opciones reales de acontecer. La fe se acerca en cierto modo al placebo: nos sienta bien, pero no podemos decir que se base en algo cierto y definido. Simplemente está ahí, a nuestro lado para solucionar todo aquello que de manera consciente no sabemos cómo lograrlo. En cambio, la esperanza es siempre horizonte. Caminamos hacia él con el anhelo que tarde o temprano acabe concretándose en aquello que perseguimos, deseamos, o sencillamente, necesitamos (a veces desesperadamente).

Sigue leyendo

Etiquetado , , , , , , ,