¿Cuándo una pasión se convierte en obsesión? ¿Existe realmente un paso fronterizo que separa ambas emociones o en realidad no existe diferencias entre ellas? Vayamos por partes… La séptima acepción del RAE define pasión como: “Apetito de algo o afición vehemente a ello”, mientras que la segunda acepción de obsesión reza: “Idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud”. Si juntamos las dos, quedaría algo así como: “Afición vehemente que fija nuestras ideas condicionándonos a una determinada actitud”. ¿Seríamos capaces entonces de diferenciar pasión de obsesión? Difícilmente, porque ambas están tan cercanas al deseo, que si hiciesen las veces de sol, acabaríamos achicharrados por su “calor. Sin embargo, la obsesión resulta fácilmente reconocible al estar contaminada negativamente. Queramos o no, la obsesión posee un significado peyorativo. Porque, al hablar de obsesión, sin darnos cuenta, asociamos su significado al de patología, cuando, en realidad, no siempre es así. Si le decimos a alguien que está obsesionado con la pintura, resulta muy distinto a si lo que le decimos es que es un apasionado de la pintura. Cuando, posiblemente, en la mayoría de los casos queramos decir la misma cosa.