Archivo de la etiqueta: ansiedad

Salud y emociones (I)

En vínculo que existe entre emociones y salud creo que no hay nadie que lo cuestione o lo ponga en duda. Todos somos conscientes de la afectación que determinadas emociones, en realidad me atrevería a decir que todas ellas, tienen en cuanto a nuestra salud, pero, sin embargo, no siempre les prestamos la suficiente atención o, cuando lo hacemos, la mayoría de las veces, desgraciadamente, acaba siendo un poco tarde.

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Antagonistas del amor

La mayoría de emociones aceptan la presencia (a veces incluso la necesitan) de otras emociones que las completen o les de ese matiz tan característico y especial que las hace únicas y que incluso acaba por configurarlas. Por ejemplo, podemos sentir miedo e ira, o vergüenza, o culpa al mismo tiempo. Son parejas de baile que se complementan, que marcan un paso siguiendo un determinado ritmo que de otra forma resultaría imposible. De hecho, si le echamos un vistazo a la rueda de las emociones de Plutchik, comprobaremos como las emociones primarias se mezclan con las secundarias dando lugar a unas de nuevas.

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«Depresión de éxito»

Aunque la depresión sea una de las enfermedades mentales más frecuentes en nuestra sociedad, existe un tipo, la que conlleva el éxito, que es tan desconocida que, al apenas hablar de ella, acabamos convirtiéndola en más peligrosa que aquella otra de la que todos sabemos. Asociamos “depresión” siempre con fracaso, con un estado bajo de ánimo, con la tristeza extrema que comporta sentirse una mierda, con no poseer autoestima ni el mínimo atisbo de orgullo hacia uno mismo. La depresión modifica no sólo nuestra manera de comportarnos, también nuestros pensamientos, volviéndolos tan autolesivos que, en muchísimas ocasiones, acaba conduciendo a la persona que los tiene a desear suicidarse.

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Amargado (estar)

Amargo, dícese de algo de sabor desagradable y que tiene como objetivo impedir envenenamientos. Aplicado a un estado de ánimo de las personas vendría a ser cuando alguien siente con intensa frustración (e independientemente de que sea cierto o simple subjetividad) que su vida está siendo envenenada por alguien o algo (incluido él o ella misma). Porque si un componente es clave, este no es otro que la frustración. Sin ella el sabor, posiblemente, sería igual de desagradable pero, quizás, no tan insufrible y molesto. De hecho resulta imprescindible, necesitamos imperiosamente, sentir que nuestras esperanzas se marchitan para poder decir con cierta autoridad eso de que «estamos amargados».

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Catorce tipos de miedo

El miedo es una emoción primaria (teóricamente pura, sin que participen otros sentimientos en su constitución), de ahí que mezclada con otras emociones (sean estas primarias también, secundarias o terciarias) pueda dar lugar a diferentes tipos diferentes de “miedo”. En realidad, podríamos decir veinte, o incluso treinta, porque, como veremos a continuación, si ponemos la lupa, rápidamente veremos que no siempre resultará sencillo establecer una diferenciación clara e, incluso, coincidir con que se pueda denominar miedo a la emoción o sentimiento resultante. Echemos un vistazo y que cada cual decida según su experiencia…

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FOMO

El término FOMO surge del acrónimo en inglés del concepto “Fear Of Missing Out”, que en castellano significa: «miedo a perderse algo», aunque, en realidad, más que de miedo, deberíamos de hablar de angustia o ansiedad producida por perderse un determinado acontecimiento. De todas maneras, resulta más que curioso (y dice mucho de nuestra sociedad actual) que, a diferencia de nuestros ancestros, los cuales desarrollaron emociones como el miedo (a ser devorados por un león, o cualquier otro depredador), asco (por comer algo que pueda envenenarnos o tener contacto con alguna cosa que pueda “contaminarnos”), es decir, se ha pasado de emociones que servían para ponernos a salvo de posibles peligros, a desarrollar otras (¿síndromes?) simplemente por querer estar (como Dios) en todas partes y en todo momento.

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¿Empatía = Debilidad?

Todos aquellos que cuando empezó la pandemia creímos que, con suerte, igual ésta al menos serviría para mejorar la sociedad en que vivimos, claramente nos equivocamos. Fue pronto cuando pudimos ver con cierta sorpresa como aquellos aplausos dedicados al personal sanitario de las ocho de la tarde, pasaron a ser en pocos meses insultos y agresiones hacia el mismo colectivo al que antes se aplaudía con fervor. Desde entonces, en mi opinión (siempre subjetiva) lo que ha ido sucediendo es que todos nos hemos vuelto todavía más egoístas y egocéntricos de lo que ya lo éramos con anterioridad. Seguramente la coyuntura social, local, nacional y mundial ayuda, pero creo que no lo justifica. Y esto que digo lo siento tanto en mi vida personal como, especialmente, en la laboral. En casi todos los ámbitos por los que me muevo, la cordialidad, las buenas maneras, lo de comportarse con cierta ética y el respeto a los demás se han extinguido al igual que antes lo hicieron primero los valores y mucho antes los dinosaurios. Y, como toda extinción, ha habido y habrá consecuencias…

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Educación emocional

La educación emocional es esa educación que muy pocas veces recibes en la escuela y que sólo unos pocos afortunados la obtienen en el seno de su familia. Porque, a pesar de que en los últimos años las emociones estén en boca de todos, seguimos sin saber educarlas. Algunos que simulan saber, hablan de gestionarlas, incluso (inocentemente, quiero pensar) de controlarlas, pero pocos son los que poseen las herramientas mínimas para hacerlo. Sin embargo, todos, incluso aquel más incompetente emocionalmente, es capaz de percibir cuando alguien pierde el control de sus emociones. Estamos programados para huir cuando esto ocurre. Pero casi nadie es capaz de realizar el mismo proceso perceptivo cuando se trata de uno mismo. Sabemos que nos hemos descontrolado emocionalmente cuando ya es tarde.

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La clave de la felicidad

Actualmente, si preguntas, todo el mundo parece querer lo mismo: ser feliz. Poco importa si realmente sabemos que es la felicidad. Sencillamente la queremos. Nos han inculcado la necesidad de ser felices y estamos convencidos que merecemos serlo, que es nuestro derecho, pero, a la vez, olvidamos, como casi siempre, que tras un derecho siempre hay un deber. El problema es que son muy pocos a quienes les “gustan” (aceptan, sería más apropiado decir) sus deberes y, quizás por ello, también sea este el motivo por el cual son tan pocos los que logran ser verdaderamente felices (sea lo que sea eso de la felicidad).

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Ecología del miedo

El mejor indicador de lo intenso que es el miedo que sentimos no es otro que la distancia de huida. A mayor distancia entre nosotros y aquello que nos genera la emoción del miedo, mayor intensidad y viceversa. En esto, el miedo y el asco pueden llegar a confundirse. Ambos nos obligan a poner distancia, a alejarnos de aquello que tanta inquietud nos produce. El miedo moviliza y mantiene todos nuestros recursos para garantizar la huida. El asco nos recuerda que no debemos acercarnos si queremos seguir conservando nuestra integridad.

Todos los animales tenemos distancias de huida características y particulares en función de aquello que nos atemoriza. Basta con observar los animales que conviven con nosotros en nuestros pueblos o ciudades para poder establecer un “ranking”. A mayor tiempo compartiendo nuestro hábitat, menor es la distancia de huida que precisan.

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